sábado, 1 de marzo de 2014

La palabra que dice y la que no (1ª hornada)

"El lenguaje es más útil para expresar el mundo externo que el interno" Así lo consideraban acertadamente W.R. Bion y Donald Meltzer.  Sin embargo, dicha dificultad no obsta para que tratemos de respetar las palabras y hagamos un uso correcto de ellas, es decir, que escojamos aquellos significantes cuyo significado más se aproxime a la "mi verdad" que quiero transmitir. O visto desde otro vértice diríamos que hay un ser, nuestro ser, que necesita manifestarse para "ser" y que tropieza con la dificultad de tener que encontrar palabras que expresen lo que piensa y lo que siente. He de ser lo que digo, un ser de palabra.

La palabra está hoy en día totalmente devaluada, se utiliza de forma soez para denigrar al semejante, cuando no es usada al servicio de las defensas como parapeto para esconder la verdad, degradarla, camuflarla o edulcorarla.  Sin ir más lejos, ayer noche en el noticiero dedicaron más de dos minutos a mostrar como se volvía a extender el uso de la heroína, incluso entre gente famosa y adinerada (en la década de los ´60 era la droga de los pobres desgraciados, del lumpen proletariado). Tras recordarnos cómo se preparaba una dosis de "caballo" y el correcto uso del  elástico comprimiendo el brazo para hinchar bien la vena, a fin de clavar la hipodérmica.

El único comentario "crítico" fue: ¡se han disparado todas las alarmas!. La gente escucha todo esto y se queda tan pancha, ¡qué alarmas ni qué niño muerto!. Se evidencia el manejo torticero y perverso del lenguaje. No existen tales alarmas, aun siendo una forma gráfica de expresarse. Ni a los políticos, ni a los médicos, ni a Sanidad le importa un pito que la gente se quede frita con la aguja colgando de la arteria humeral, justo a la altura donde le hacemos un corte de mangas a todo lo que nos ofende o nos jode.

A los telebulímicos espectadores ya no les alarma nada, se lo tragan todo porque no pueden creer en nada ni en nadie, porque las palabras ya no destilan verdades ni los por qués de las cosas. Los noticieros son auténticos pirómanos de micro incendios, que mantienen a la gente angustiada y a la vez conforme, pues según te lo presentan, todo podría ir a peor. ¡Virgencita, virgencita, que me quede como estoy!, como decía el chiste al uso.

¿Habló alguien de Afganistán y de su guerra del opio? ¿Habló alguien de las mafias que manejan el cotarro de la heroína y sus múltiples beneficiarios? NO. No se busca dar argumentos para que la gente piense o saque sus propias conclusiones, sino para que el amormado espectador exclame ¡ostras!, y apenas tragada esa aldaba, le endiñen otra a continuación, aunque en este caso se trató de un escueto comunicado de apenas diez segundos, en torno a una manifestación en Madrid contra los "merecidos" recortes a nuestro ya de por sí famélico bienestar. Y es que el español de a pie ha nacido pobre para morirse pobre, por el bien de un selecto club de hidalgos clase A senator.

Todo esto que os digo no son más que "flatus vocis" (palabras sin significado, que decían los latinos), puesto que no van a servir para nada, en un pueblo que está angustiado, asustado y acobardado.  El pueblo español, aparte de ser tratado como una mierda, ha sido muy maltratado, tanto que ya no se puede esperar de él que sea el motor de cambio de nada. Triste pero real.  Para no caer presa del pesimismo total, me gustaría finalizar con la transcripción de una carta a El Periódico de un tal J.J. López Ferrer, el pasado 17 de febrero de 2014.  Considero que se trata de una brillante muestra de lo que debe ser el lenguaje que "dice", que transmite, que comunica, que invita al pensamiento y a la reflexión.  Mi sincera felicitación:

LAS DOS ESPAÑAS.  La España dogmática, agria, rancia, gris y casposa; de genuflexión fácil, de cilicio, cruces, besamanos, marquesados y pernadas, intolerante con el de fuera y rencorosa con el de dentro, ruda, chillona e ignorante, amante de sus necedades y ciega de valores, austera con el pobre y complaciente con el rico... La España que se ríe del extranjero del norte y del moro del sur. Esa España se revuelve con atroces coletazos y déspotas mentiras. La España proxeneta de sus diferencias, atónita de sus verdades, casta y pura a golpe de rezo con arrepentimientos amorfos, burda, rota, anémica y ronca... Esa España levanta su sable y taconea sus excesos entre el rechinar de sus colmillos mirando de reojo varias partes del redil que no se siente hispano. La España que se olvida de Baroja, Machado, Gasset, Lorca, Aleixandre, Inclán y Orwell, exaltada por sus letras, sometida por sus recelos, cándida con sus normas, olvidadiza con sus muertos...Esa es la España de mis temores, de mis sospechas.
La otra España que está en pie, variada de gentes, babel de culturas, palpitante de esperanzas, que perdona sus errores y se levanta en sus caídas, gentil y acogedora, dulce con el extraño y crítica con el desamor. Una España que comprende, que tolera, que nunca niega el pan; la España del debate, inspiradora de nobleza sin pedigrí, afable y cálida, humana, sureña y norteña, atlántica y mediterránea, emigrante e innigrante; la España mezclada, simbiótica, caleidoscopio de gentes; la España del hola, del adiós, del "agur", del "adéu", del hasta pronto, del nos vemos...Esa España impregnada de sentido, que sueña, siempre recelosa de quien manda, que llora y recuerda a sus muertos anónimos y aprende de su historia, que interpreta su teatro sin guión, que vive, que respira y deja respirar; esa es la España con la que quiero caminar".
Chapeau!!  Se puede decir más fuerte pero no más claro. De esa España de la primera parte de la carta, yo también me quiero separar. Ni soy ni pienso como ellos, que se busquen otra chepa donde encaramarse. He dicho.

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