viernes, 25 de agosto de 2017

17 de agosto 2017



Cámara...¡¡Acción!!
Escenario principal Las Ramblas.
Actores:  todos ellos extras casuales.
A las cinco de la tarde,
como cuando Ignacio Sánchez Mejías
vió venir al toro de frente
para arrebatarle la vida
que luego García Lorca recitaría.


Guión:  la muerte serpentea en zig-zag
acelerada por un odio sin medida.
de golpe a Miró le tiñen de rojo
y Barcelona ha dejado de ser "bona"
para devenir un infierno sin salida.


Título en español de la película:
"Es bueno que las masas
vivan confundidas y asustadas";
del original inglés "The worst nightmare of Caligula" *


El director advierte a los actores
la imposibilidad de repetir tomas.
Guionistas:  escorias varias asociadas.

Como espectador convidado de piedra,
Colón aguardaba al final del paseo
señalando hacia la fábrica del miedo.


* "La peor pesadilla de Calígula"

viernes, 28 de julio de 2017

Cántiga antigua del amor moderno

Malos tiempos son allegados
para el amor gentil,
hombre y mujer enfrentados
así no pueden seguir;
que ambos fueron creados
para sumar amor, hijos y hacienda,
no para hacerse dividir.

Malos tiempos para el amor cortés
si hombre y mujer sienten del revés.

No os distancie la codicia,
la envidia o del poder su elixir,
ni los cantos de sirena
de anhelar sin el otro existir;
que a los ojos de Dios causa pena
de ver las criaturas sufrir
y toda la familia en condena.

Malos tiempos para el amor cortés
si mujer y hombre viven del revés.

lunes, 29 de mayo de 2017

El calendario sin días de Ana Oréxica

Te esperaba. Los espejos siempre necesitamos de alguien para justificar nuestra presencia. Tenía ya ganas de replicar tu imagen.

Pues yo no!  Me obligan a mirarme en ti para que me digas que estoy muy delgada, y eso no es cierto.  Me veo gorda, demasiado gorda.  ¿Quién lo va a saber mejor que yo, eh¡?

Tu no eres tu.  Cierto es que una imagen no tiene por qué responder a la verdad, pero admite que también puedes estar equivocada en tu apreciación sobre ti misma, no?

Todos me machacan con la monserga de que estoy cadavérica.  Suelo no responder a eso e internamente pienso que me tienen manía.  ¡A ellos que coño les importa!

Te veo muy irritada...

Me paso el día discutiendo y peleando con mi madre por el tema de la dichosa comida. Nos hemos llegado a estirar de los pelos revolcándonos por el suelo.  Mi padre ha renunciado a darme consejos o elevar advertencias.  Me ha dejado como un caso perdido y prefiere que sea mi madre la que se enfrente a mi.  La verdad es que no me dan ninguna pena, como tampoco la siento por mi misma.

¿Qué has comido hoy?

¿También tu vas a repetirme otra vez esa estúpida canción?... un zumo de frutas y dos galletas, para que te enteres alcahuete.

¿Y eso te parece suficiente para una muchacha de 16 años? 

Ya ves que si, aquí estoy.  Además he hecho ejercicio.  Tras el desayuno he caminado sin rumbo fijo casi cuatro horas por ahí.  Me alejaba de vosotros, no sabía hacia dónde iba, pero caminaba velozmente sin detenerme.  No siento el cansancio ni apenas sudo.

¿No te parece que has consumido más energías de las que le has echado al cuerpo?

Ya salió el doctorcito¡ Estoy igual que antes, cabezón, ¡a ver si te fijas bien!

Veo una mujer sin curvas, sin apenas pecho, un esqueleto envuelto en un "collage" de piel humana. ¿Dónde escondiste tus partes eróticas, tu capacidad de seducción y de agradar?

¿Mi qué...? Eso no va conmigo, majo.  De qué tipo de porquerías me hablas... las curvas para las montañas, que yo ya estoy bien así.

Me refiero a que a las mujeres, en general, les gusta agradar, que los chavales se fijen en ellas.  Realzan su figura, exaltan las sinuosidades de su cuerpo, los pechos, las caderas.  Las complace sentirse deseadas.  El deseo, ese laberinto metonímico...

(Ana permanece en silencio tras las últimas reflexiones de su espejo y pone cara de mohína, como si la hablasen de algo que no tiene nada que ver con ella)...
Fuí casi siempre una niña obediente, hacía los deberes, ayudaba a mi madre en casa, cuidaba de mi abuela que vivía con nosotros y estaba enferma.  Preparaba para todos la comida en casa ya que mis padres trabajaban los dos.  Aun así sacaba buenas notas en el colegio.  Como no salía a jugar a la calle apenas y era además agradecida con la comida, estaba un poco rellenita.
Al poco de cumplir los 13 años tuve la menarquía, ¡vaya asco!, qué cosa tan absurda.  Me sentía sucia y odiaba notar dentro de mi las señales de su presencia.
¡ No pongas cara de asombro, trozo de cristal, al fin y al cabo, yo no la había invitado a formar parte de mi vida, tenía derecho a enojarme, no?  Por cierto, ya hace medio año que se me retiró.  No la echo en falta ni deseo volverla a tener.  El médico dice que ya no me viene porque mi organismo no soportaría más pérdidas.

Es curioso que algo dentro de tu organismo se cuide de ti aunque tu no lo hagas.  Hay que ver lo "desaboría" que eres.  Estás más amargada que una rana en un baúl de serpientes.  Sonríe por favor, que todavía es gratis.

Te crees muy gracioso, cualquier día vas a pagar tu los platos rotos.

Hablando de platos, ya verás cómo se pone tu madre cuando descubra que has vuelto a tirar la comida por el retrete, o que la mayoría de días vomitas lo poquito que ingieres.

Prefiero sus broncas a "papear".  A mi ya no me van a volver a insultar llamándome "fatibomba", "foca marina" y mierdas por el estilo.  Me sentía fatal cuando me decían estas cosas los compañeros de clase, fue como si algo se desquebrajase dentro de mi.  Tomé la secreta determinación de que nunca más iban a reirse a mi costa.
Empecé a comer cada vez menos. Seleccionaba todos los alimentos en función de las calorías que podían contener.  Evitaba los dulces y las grasas. La reducción de ingesta se hizo cada vez más drástica y mis padres comenzaron a alarmarse.
Me llevaron a un montón de médicos.  Todos me llenaban de buenos consejos y los pediatras me recetaban vitaminas, reconstituyentes y demás potingues para que recuperase el apetito.
En realidad ninguno tenía ni puta idea de lo que a mi me pasaba, ni siquiera yo misma.  Yo no tenía apetito de comer ni de vivir.  Me había acostumbrado a vivir así y me sentía mejor conmigo misma.
Esa era mi opción en la vida pero nadie lo aceptaba, todos me regañaban.
¿No llevaban una existencia parecida los místicos de siglos atrás?  O esas monjas de clausura con sus constantes ayunos, su extrema frugalidad hacia todas las cosas.  Tal vez yo sea una mística del siglo XXI, una especie de espartana no preparada para el combate con los demás, sino simplemente, para la lucha contra mi propia vida-muerte.

¿No estarás llevando las cosas demasiado al extremo?

Qué fácil es perderse por la geografía que nos inviste la necesidad de ser.  No acepto ser mujer, pero tampoco hombre.  ¡Pobres mujeres y pobres hombres!  Cada cual aferrándose a su pedacito de corcho en el gran naufragio de nuestras vidas, y entre tormenta y batalla, una efímera y lánguida brisa de AMOR.  Qué caro nos sale cada beso, qué escasas las recompensas al esfuerzo sincero.
Estudiar, buscar trabajo, un marido, los hijos, ese es el cebo que me ofrecéis para que pesque en la vida.  Nada de eso me interesa.
Pero no me dejan, me han postrado en la cama de un hospital con un catéter pinchando mi vena, inyectándome a la fuerza un suero que no me deje morir.  Necesitan calmar sus conciencias y poder decirse a si mismos que han hecho todo lo posible por salvarme, pero de qué, de algo que ha de llegar igualmente un día u otro pero que no me dejan elegir.
El psiquiatra vino a visitarme hace un rato, dice que padezco una leucopenia y que eso es muy serio. Me bombardea constantemente con sus preguntas y observaciones, a pesar de que es consciente de que no le hago ningún caso.  Ni soporto escucharle ni entiendo la mayoría de cosas que me dice. Debo de ser un gran reto para él.   Se enfurece mucho cuando se percata de que he arrtojado la comida al váter o por la ventana.  Creo que al menos estoy algo contenta de que permita que mi madre me acompañe día y noche en la habitación.  A ella también la bronca en cantidad, dice que estamos agilipolladas y acojonadas las dos y que nos va a despabilar, ya que no lo ha hecho mi padre.
Hay otras chicas como yo en esta mismas planta.  Se ve que hay menos casos en niños. Me he hecho amigas y nos pasamos el rato juntas criticando al psiqui y paseando por todo el hospital.  Tengo aquí mis libros, mi música favorita, los posters de mis ídolos, mis cosas personales. Elijo mi propia dieta alimenticia aunque acabo marraneándolo todo y no como casi nada.  Me ha dicho el doctor que si pido algo más de cantidad me dejará ir a casa el fin de semana, con mi padre y hermanos.
Ayer vinieron de visita algunas compañeras de mi clase, pero la verdad es que no sé si eso me puso contenta.
Me miraban como si les repugnase mi aspecto, parecían asustadas como si padeciese algo contagioso. Mi hermano Ramón me dijo que se había sentido como en un circo en el que yo era una especie de esperpéntica atracción.  Yo no sé qué sentí.  Debe ser cuando menos desconcertante, no poseer nunca certeza de lo que se siente, ni encontrarle significado a las emociones.  No saber qué se piensa, ni la finalidad de las ideas.
Quiero ser pero no quiero sufrir, el dolor me asusta, me arrastra a los abismos.  Cuando como algo más de lo habitual me duele el estómago.  Me contesta que es que se me ha encogido el estómago de no usarlo apenas.

Parece que vas estando en condición de poder comprender las cosas de otra manera, que vas asumiendo que es a través del dolor como alcanzamos la madurez. Para un bebé es placentero y doloroso comer, es doloroso pensar, es inquietante el desplazamiento de su cuerpo en el espacio, todo aprendizaje es traumático física y psíquicamente y quizá, la verdadera madurez consista en saber modular adecuadamente nuestro propio dolor y el que causamos a los demás.

(Ana parece no escucharle, su pensamiento se ha ido muy lejos en el espacio-tiempo)  Tal vez lo mío sea un trastorno del ser, un camino más de los muchos que puede tomar el ser humano en su inexorable camino hacia la muerte, ruta plagada de vericuetos y algún que otro atajo.

jueves, 16 de febrero de 2017

Homenaje a Ramón Meseguer Albiac. "En algún jardín de tu mente"

Me pides pan para lo que te queda de viaje, a mí que ando siempre hambriento de lánguidos atardeceres y apenas puedo con estas botas, manchadas del barro de lo abyecto.
Te sientas a decapar el tiempo, recostada del lado occidental de la vida, sin una estación en la que esperar el tren que te lleve al pasado aunque sea con billete de tercera, en asientos de madera y máquina de vapor que llora carbonilla. Sin un paso a nivel, sin una barrera donde agostar las angustias del aquí y ahora, sin un cambio de agujas hacia vías muertas en las que hacer esperar a los vagones de mercancías dolorosas y peligrosas y poder dar prioridad a los trenes de los buenos pasajeros.

Pasajeros como esos sueños trufados de frutas del bosque y almibarados con las lágrimas del último adiós donde todo parecía tan al alcance de la mano, tan hiper real y eterno.
Quisiera ser cada día esa palangana de agua clara en la que lavas tus mejillas y los ojos se te empapan del reflejo de la luna cuando buscas a tu amado en el rubor de las estrellas...

... agua pura y cristalina
    cae como dulce sentencia
    de la bella jueza del alba;
    los luceros aún se estremecen
    en la nieve de tu ausencia.

    Busco tu rastro en cada gota,
    algún indicio amizclado de tu voz,
    ansío atraparte con la mirada
    como agarra el silbido al minero enamorado,
    como la honda abraza a su piedra.

Pasaremos la tarde desde la sencillez de una taza de malta con migajas de pan, mientras la temblorosa mano de la abuela zurce en los calcetines el agujero negro de la monotonía.
Huelen a húmedos nuestros recuerdos a pesar de que hace mucho que no llueven ilusiones. Quizá con la naftalina de tus besos no enmohezcan.

Hoy, como de ordinario, vamos a proseguir con ese tapiz de Penélope hecho de la misma sustancia que nuestros sueños, esa malla de lazos emocionales que se hace y deshace a cada instante. Imprecaremos a Amon-Ra ese gusano-sendero directo al Orión de nuestro amor.

Ya no hay más tiempo que perder con las palabras, se impone amasar silencios y hornearlos con las vivencias de nuestros sentidos. Hemos de deshuesar los recuerdos y trufarlos del estremecimiento al despertar junto a su cuerpo. Hemos de pernoctar en las comisuras de tus labios esbozando esa sonrisa que reventaba al alba. Hemos de seguir las trazas de tus miradas como ventanas abiertas a un maizal  de poemas.

Basta ya de palabras para mitigar el vacío, un cuenco de nada en el que apenas cabíamos desnudos los dos y esa pizca de tiempo que se colaba por las rendijas, como brisa repleta de vida.
Me pides pan para soportar una vida de espaldas a un nuevo amor, una vida acostumbrada a fronteras de engañosa cartografía, una vida hecha al caudaloso río que arrambla hacia el delta a quienes se ahogaron en sus propios ideales.

Me habría gustado verte llorar por las noches mientras los enterrabas dignamente. No me cabe la menor duda de que te hubiese abrazado al ser arrastrados por la corriente hacia la anhelada orilla de la esperanza. Los dos sabemos que cuando se fue Ramón, ya había cruzado todas las fronteras y todas las naciones desde su inquieta imaginación...

...  "Emociover"· me embarga
     cuando ato mis recuerdos
     a la manija de esa puerta
     que tus labios dejaron entornada.

     No hay espera más larga
     que el beso que nunca llega,
     que la lágrima estancada
     en mis ojos siempre resecos.

Vamos a plantar flores para el reencuentro.  Jacintos, petunias, lilas y azucenas.  Elige las que prefieras para tan angelical momento. Cualquier perfume o aroma quedará eclipsado cuando vuestras energías se atraigan de nuevo.
No olvides durante el invierno arrancar las malas hierbas y dejar algo de comida para los gorriones, que los pájaros son pequeñas almas que nos traen sus bendiciones.  Que corra el agua, que fluyan tus deseos, y cuando te llamen del otro lado, no te olvides de cerrar la puerta, no se vayan a escapar los besos.


Ramón Meseguer Albiac (Quinto de Ebro 1928 -  Barcelona 2012) fue un gran psicoanalista y poeta. Profesor de Universidad y doctor en Filosofía. Como dramaturgo le han sido publicadas sus obras "Pasta viviente" y "Tu voz y tu presencia", y como poeta "Elegía por una sociedad maligna", "Vozfulguravoz" y "Resurrección de la tierra y otros poemas". Escribió también  una tan surrealista como profunda novela titulada "El penúltimo profeta".
Un prohombre a quien tuve el honor de conocer, tratar y escribir los prólogos de la obra teatral y poética por encargo de su sobrina y escritora Merche Llop.
En el homenaje póstumo que se le tributó el pasado 26 de enero en Barcelona, fue presentado también el libro recopilatorio de sus experiencias de psicoanálisis grupal compartido con el Dr. Ramón Andreu Anglada y titulado "Acerca de la terapia psicoanalítica grupal". Su recuerdo y su impronta nos acompañarán mientras haya vida y memoria.