jueves, 27 de febrero de 2014

Palabra y crecimiento mental (2ª hornada)


Pensando en escribir sobre el descrédito, humillación y desgaste que sufre la palabra, apareció en La Contra de La Vanguardia, una entrevista a nuestro metafísico y escritor Ángel Gabilondo, cuyas palabras quisiera recoger aquí, porque "dicen" y son pertinentes: "La palabra dice y hace lo que dice, pero hablamos mucho y decimos poco. Decir es una forma de vivir. La verdadera belleza es ser bello por la forma de vivir, y la mentira es vivir lo contrario de lo que uno dice... Y creo que hay cosas que sólo se tienen si se dan; por ejemplo, las gracias, el amor, el conocimiento o la palabra. Cuando das la palabra te conviertes en un ser de palabra. El agradecido es el agraciado. No querer poseer, conquistar, dominar, asegurar; frente a eso la idea de abrirse al otro, darse".  Me parece muy bonito y verdadero. (La Vanguardia 12 febrero 2014)

¡Os doy mi palabra! o ¡palabra de honor!. ¡Qué tiempos aquellos en que los hombres tenían palabra de honor y decían de sí a través de la palabra! Tratados, pleitos o acuerdos comerciales eran sellados por una "palabra" que valía más que cualquier papel o sello oficial. Escasos eran los canallas o bellacos que osaban denostarla, mancillando su honor, la dignidad de los suyos y el apellido.

No es casual la actual degradación del lenguaje y de la palabra, en concreto, pues va pareja a la propia degradación del ser humano de nuestros tiempos, inconsciente e irresponsable. La historia de la Humanidad podría ser pensada como la narrativa de un pueblo, el relato de lo acontecido entre generaciones, el inventario de la herencia recibida y las transformaciones que pudieron introducir, en su tentativa de modificar su realidad, que no son sino los deseables movimientos del inconsciente. Micro y macro políticas, todas ellas hacen al hombre y debiéramos pensarlas como el rostro de la Humanidad en su conjunto, como el arduo y paradójico ejercicio de tolerarnos en las diferencias y singularidades, abrazando lo común, que es más.

No hay verdades absolutas, sino una constante adopción de modelos sucesivos. Se puede tener una percepción correcta pero crear un modelo falso. En general, nos movemos con modelos y abstracciones, que no son sino un sistema que se crea el sujeto para ir examinando sus experiencias emocionales.
Los paranoides, imbuidos de omnisciencia u omnipotencia, se niegan a revisar su modelo, por lo que el diálogo y acercamiento de posturas es del todo inviable (véase el problema planteado por el independentismo catalán).  Debo especificar que la caracteropatía está en ambas partes.

No hay crecimiento mental si el lenguaje no está al servicio de la búsqueda de la verdad, pues el aparato mental necesita de la verdad, como el cuerpo de la comida. El hombre está hecho de lenguaje y únicamente si éste es pro verdad, lo es también el hombre. Ese es el solitario camino para "aprender de la experiencia", lo que incluye una implicación emocional, tal como explica W.R.Bion en uno de sus libros. Aprender de la experiencia pasa por una inevitable modificación en el sujeto, su transformación, y pretende dar cuenta de la experiencia emocional.

¿Hemos aprendido de nuestra Guerra Civil? No. ¿Se trata de una herida que cicatriza sola con el paso del tiempo? No. ¿Por qué?  La prueba la tenemos en que se siguen dando las mismas condiciones de fanatismo e intransigencia que se dieron entonces, y es sobre esas tendencias "tan españolas", sobre las que tenemos que aprender, modificándolas y transformándonos a nosotros mismos, por ende.

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