jueves, 13 de enero de 2011

El Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (T.D.A/H) -I-

La atención es una de las funciones que utiliza el "yo" para tomar conciencia de la realidad, junto con la notación, el juicio, la acción o el pensamiento (Sigmund Freud y Wilfred R. Bion)
Numerosas adquisiciones psíquicas previas han debido indstalarse correctamente para que podamos hablar de un "yo" unificado e integrado.
Un "yo" que tiene un correlato corporal y una deuda directa con lo sensorial, un "yo" poblado de los múltiples personajes de nuestro inconsciente.
La atención ejerce sus funciones desde el sentido de la vista y el del oido primordialmente, pero tiende a ser una búsqueda intencionada, quiero decir con ello que si la madre no ha "conectado·" adecuadamente su mirada con la del bebé al unísono que la boca/pecho, no va a ser posible crear la relación continente-contenido idónea que incorpore a la madre como primer objeto precursor de la atención y motivo de la misma.
Sólo funciona la atención en armonía con el entorno si la madre ha podido ser introyectada como objeto interno tranquilizador en el incipiente psiquismo del infans: "Lo eres todo para mi, pero no tienes nada" (tal debiera ser el estado de conciencia y receptividad materno).
Ese objeto-interno-madre modulador de las ansiedades esquizo-paranoides es el que permite al bebé dirigir su atención sobre los demás objetos o tolerar su ausencia, sin angustias de destrucción o fragmentación, de forma que pueda alternar con las ansiedades depresivas con el uso de la función alfa.
Un niño angustiado es un niño psíquicamente fragmentado y, por lo tanto, no puede centrar su atención sobre el mundo externo, puesto que la angustia lo eyecta a expandirse en el "espacio-tiempo" o al replegamiento autístico.
Debiéramos interrogarnos sobre el por qué se dan tantos casos que supuestamente padecen T.D.A/H. ¡Menudo cajón de sastre de entidades tan diversas!
Muchos de estos de ahora son los casos que hace décadas se conocían como Disfunción Cerebral mínima o moderada. Se presuponía un cierto retraso o lentitud en la maduración mielínica y no se le daba mayor importancia. Al fin y al cabo todos somos diferentes y llevamos rítmos evolutivos muy dispares. En estos T.D.A/H de ahora yo incluiría también las que en la década de los 70/80 se denominaban Disarmonías Evolutivas, descritas por el Dr.R. Misses y colaboradores.
Cada época tiene sus síndromes de moda y sus negaciones psicóticas. Diríase también que el funcionamiento global de la Humanidad oscila entre la posición esquizo-paranoide y la depresiva. Corren malos tiempos para la confianza y la solidaridad de los unos para con los otros.
En el siglo XIX y parte del XX abundaban los diagnósticos de Histeria o distintas variantes de las Esquizofrenias. En la actualidad, cualquier niño con culo de mal asiento, poco atento en clase, que no obedece ni acaba los deberes, ya es señalado como candidato a enfermo de T.D.A/H, y lo peor de todo es que se le tipifica como trastorno neurológico.
Nadie puede negar que existen trastornos neurológicos, pero no todos lo son y no debieran ser tan perversos criticándonos a los psicólogos de orientación psicoanalítica que lo cuestionamos.
Porque lo que más nos molesta o duele de la etiqueta de trastorno neurológico es que se les confina a medicarse de por vida e inciden muy poco o nada en las posibilidades del niño para recuperarse y la de los padres para ayudarles y ayudarse a si mismos.
Claro que es más cómodo para padres y psiquiatras etiquetar el caso como trastorno neurológico, recetar anfetaminas y someter al moderno infans "Aquiles el de los pies ligeros" a numerosos protocolos y terapias de modificación de conducta de las terapias TCC (cognitivo-conductuales), que si no funcionan serán por culpa de que el paciente no se aplicó lo suficiente.
Así no hay que esforzarse y luchar por sacar adelante estos casos, ni se implica a los padres ni nadie se moja. Nadie se siente señalado, los laboratorios se forran y al niño se le puede señalar como ese pobre desgraciado que nació con ese trastorno. Mal vamos y mal acabaremos.
Por supuesto que no se trata de culpabilizar a las madres, entre otras cosas porque nadie les ha enseñado y a nadie se le puede exigir que dé lo que no recibió y no por retaliación, sino porque lo desconoce. Pero sería bueno para todos y para su propio crecimiento revisar con esas madres y padres la multitud de cosas que no se hicieron bien desde el inicio y sentar las bases que hagan posible una evolución más armónica, parar esa agitación interna del muchacho que le impide tomar un lugar estable entre sus semejantes.
Traspolándolo a términos cineastas diríamos que hay que hacer un "remake", algo así como ponerle color a una película rodada en blanco y negro y a la que habrá que ponerle otro título.

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