De nuevo Córdoba. Debió pasarme desapercibido el momento en que fui hipnotizado por La Mezquita y el barrio de la judería, recibiendo la orden post hipnótica de regresar una y otra vez a ese lugar. ¡Ojalá no se extinga su efecto! Claro está que las excelencias de Córdoba se la otorgan también sus gentes, a la par con las maravillas de la ciudad.
Rey Heredia reza la placa. Al embocar esta callejuela que padece estenosis crónica, se vislumbra la torre de una modesta iglesia y nos pareció que podía ser un atajo hacia la parte oriental de la judería.
Un cajón suspendido entre ambas fachadas impedía una buena toma fotográfica, de modo que al intentar salvar el "cajón", comprobamos que se trataba de una pieza en exposición de la serie "carrying" del artista Pepe Espaliú, pintor y escultor cordobés ya fallecido (este año se cumple el 20 aniversario de su muerte).
Nada más entrar en la sala me vi rodeado de un intenso perfume lacaniano: "Los nombres del padre" era el título de la exposición, se veían largas cuerdas por el suelo, anudadas a sillas. No faltaba la inscripción de la "lettre" en algunos de sus cuadros, etcétera. La joven e inteligente guía de la exposición me alagó el narcisismo al manifestar que yo había sido el primero, desde que la sala existe, en reconocer la presencia de Jacques Lacan en la obra de Espaliú. En esta ocasión, ser el pionero en algo no conllevaba premio alguno, otra vez será.
Pensé entonces que si Espaliú había osado acercarse al psicoanálisis y además con la fortuna de escuchar al mismísimo Jacques Lacan dictando sus seminarios en Paris, yo iba a atreverme a un somero esbozo psicoanalítico sobre su persona. ¡Encima había conocido personalmente al Dr. Oscar Masota en Barcelona! Se va a enterar de lo mala que es la envidia, pensé. Bromas aparte, lo que haya podido pensar en torno de la obra y figura de este malogrado artista, no es sino un perfil psicológico obligatoriamente incompleto y forzosamente reduccionista, pero que voy a trazar con mucho cariño y respeto hacia su persona, al fin y al cabo, nadie me ha dado vela en este entierro.
Dispongo de escasos datos biográficos, por lo que algunas de mis observaciones no pasarán de ser meras conjeturas aproximativas, junto a otras sobre las que dispongo de mayor certeza o evidencia.
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