Parece ser que ahora, porque lo dicen en TV, que es nuestra Biblia extraplana, a la vuelta de las vacaciones estivales o navideñas, todo el mundo debe estar deprimido y además, nadie cuestionarse el por qué, sino atiborrarse de antidepresivos para goce de las multinacionales farmacéuticas.
¡Mentira por partida doble!, quienes vuelven deprimidos en septiembre, ya lo estaban en julio antes de irse; muchas personas se sienten a gusto en sus trabajos y en su entorno, por lo que simplemente necesitarán unos cuantos días de adaptación para reingresar en la cuotidaneidad.
La segunda mentira es definir como depresión lo que no es más que un inevitable proceso de duelo, ese proceso de elaboración psíquica que transforma en recuerdos esas vivencias compartidas y gozosas que anhelábamos eternizar, pese a que sabemos que nada perdura eternamente.
Más de 500 millones de personas toman antidepresivos o algún tipo de psicofármaco en todo el mundo y no por ello gozamos de mejor calidad de vida. Debiéramos cuestionarnos seriamente este modelo de sociedad nuestro, basado en el poder de la mentira, en la apariencia y falsedad de las cosas.
¿Querrán que tomemos antidepresivos cuando se nos muera alguien? La biopolítica actual pretende encasillarnos a todos en corsés diagnósticos para los que ya tiene preparada su correspondiente medicación. Van a actualizar lo que antes sólo figuraba en las novelas de ciencia ficción, personas totalmente robotizadas, despersonalizadas y desprovistas de cualquier saber subjetivo sobre si mismas. No te van a preguntar cómo te sientes ni lo que piensas o sabes sobre tu sufrimiento, sino que van a solicitar tu listado de síntomas para aplicarles los fármacos correspondientes. Traga y calla... ¿les suena de algo?
La depresión no es una entidad nosológica propiamente dicha, sino más bien un estado psíquico profundamente doloroso que afecta nuestras capacidades intelectivas y creativas. La persona se siente desesperada, desesperanzada, como arrastrada por una fuerza oscura que la empuja al desmoronamiento, a la anulación de sus deseos, a la renuncia de todo placer. Afecta asimismo a su cuerpo, se lleva a la deriva el brillo de sus ojos, constriñe sus gestos, apaga su voz.
La depresión está más cercana a la melancolía, a la dimensión trágica de la vida, a las pérdidas internas (un largo agregado de duelos acumulativos por la pérdida de la infancia, de la dolescencia, de los padres quizá, de parientes, amigos o las transformaciones de nuestro propio cuerpo).
El o la depresiva mantiene un diálogo interno con una parte de sí que la invita al abandono del mundo (suicidio), llamada que más de 10.000 personas escuchan al año en España. Dicho abandono y desprendimiento narcisista socava su autoestima y les postran en la soledad, el llanto y la profunda desdicha.
Puede ser aconsejable la ingesta de algún antidepresivo en el inicio de la terapia, pues va a aliviar parte de su sufrimiento restableciendo el correcto funcionamiento de los neurotransmisores, equilibrando su estado de ánimo, aunque lo verdaderamente conveniente para la persona que sufre es entender lo que le está pasando y que tiene que ver con conflictos emocionales no resueltos o traumas desconocidos para el propio sujeto, pues yacen en su inconsciente.
Lo conveniente es iniciar una terapia basada en la escucha y en la palabra como medicina.
Llegados a este punto quisiera hacer hincapié en un aspecto muy importante sobre las depresiones, que raramente es mencionado por los medios de comunicación, empeñados en deprimirnos aun más con la constante visión catastrófica, desesperanzada y destructiva que nos transmiten del mundo y que no va seguida de ningún tipo de elaboración o posterior reflexión. Usted trague toda la mierda que le echamos y luego haga con ella lo que pueda ¿es también reciclable?
Me refería al hecho de que la depresión nos ofrece un abundante material subjetivo con el que trabajar y cuyo desajuste o descompensación da cuenta de nuestro estado actual de sufrimiento. Es una oportunidad de oro para poder madurar como sujetos, para crecer internamente, para restaurar nuestra autoestima y narcisismo dañados, para aprender a conocernos a nosotros mismos y, por ende, a los demás. Una ocasión para llegar a ser mejores de lo que éramos antes de caer.
La depresión nos alerta de que no estábamos siendo coherentes con nosotros mismos, que estábamos teniendo actitudes y comportamientos que nos dañaban e intantilizaban. Nos muestra el gran abismo interior que se generó entre lo que nosotros esperábamos del mundo y lo que el mundo esperaba de nosotros.
De la depresión se sale, aunque no sin esfuerzo y dolor, se supera y saca a relucir las mejores partes de nosotros mismos, que antes estaban sometidas por los aspectos destructivos, involucionistas y no creativos de la personalidad. De otra guisa son las melancolías, donde algunos desdichados se instalan como una forma de "estar-sin-ser" en el mundo.
En definitiva, si os sentís deprimidos, no os asustéis, es el estado idóneo para poder pensar y ser creativo, pero un lugar para ser abandonado, como esos en los que veraneamos y alguna vez nos enamoramos de alguien. Muchas gracias por leerme y a ver si alguna vez os atrevís a hacer algún comentario, aunque sea para chincharme.
Todos los artículos son muy interesantes y las poesías preciosas. Queda pendiente de lectura "Tizas negras".
ResponderEliminarUn saludo.
Angel Mateo Martorell :)
Buena frase: "Las melancolías, donde algunos desdichados se instalan como una forma de "estar-sin-ser" en el mundo". Ésa soy yo. Pero me siento más abandonada que con ánsias de "poder pensar y ser creativo". Creo que te equivocas. No son compatibles los conceptos "depresión" y "ser creativo".
ResponderEliminarDius que de la depresió s'en surt,peró com?, espantar-se, dons si, les mans que han de ajudar, poden apretar tant, que l'anima queda trencada,perque el dolor es tan fort que no hi ha lloc per sortir d'aquest pou.
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