Hemos transitado del "twist and shout" (retuércete y grita) de los Beatles de los ´60, al vivo saltando de escándalo en escándalo, en el gran juego de la Oca "Spain is different" y el Estratego globalizado.
De los cuatro evangelistas que explican la vida de Jesús de Nazaret, Lucas tiene al toro alado como símbolo de la fuerza, sosteniendo un ejemplar del evangelio. El toro y el delfín son dos animales mediterráneos por excelencia. Aparecen en la cultura minoica cretense, representados en sus frescos o a través de la figura del Minotauro en su laberíntico hábitat. También el delfín se erige como el animal mamífero más representativo del mar Egeo, y ambos han sido objeto de juegos y otras lides.
Se saltaba sobre los toros, pero no se les sacrificaba, eran animales semi divinos, con correspondencias astronómicas y astrológicas.
El toro ha perdido en la península ibérica sus atributos divinos y se le respeta más como la "fuerza" a batir. Un poderío superior al del hombre, quien en su lance con el animal, tratará de vencerlo son sus habilidades y astucias ganadas para el arte.
Todo este preámbulo viene a cuento por una imagen que circula estos días del torero Fran Rivera sosteniendo a su hija en alto, mientras daba unos capotes a una vaquilla, que no a un toro de lidia. A bote pronto da la sensación perceptiva de que el torero alza la niña para que no sea cogida por el animal, en un acto propio de un padre irresponsable. A la imagen le falta una explicación que la haga comprensible, nos guste o no su argumentación, es más creo que no debió de ser difundida al público en general, como acto íntimo que era. El próximo paso es que publiquen fotos mientras defecan.
Si pensamos ese encuadre como un ritual fálico iniciático donde se perpetua el deseo y la pasión por la vida, en la que un padre carga de sentido su oficio y le otorga un valor transgeneracional, nos vemos obligados a conceptualizar el acto desde otra perspectiva de pensamiento, independientemente de que no coincida con nuestros principios y valores. Lo que simboliza ese ritual es todo lo contrario de lo que le acusa la gente : "Por ti, hija mía, me voy a jugar la vida en cada corrida".
Esa bella estampa no se entiende alejada de los conceptos de linaje, saga, estirpe y oficio que reta a la muerte. Ya sé que algunos van a cuestionar si el toreo es un oficio, un arte o un "matador" de toros. No es un tema como para lucirse en los tiempos confusos que corren, donde todo funciona del revés.
De niño me llevaron a una corrida de toros en La Monumental de Barcelona, de la que guardo un vago recuerdo, pero me atrevo a aseguraros, en mi condición actual de higo seco, que lo peor que puede pasar en una corrida no es que muera el toro o el torero, sino que no se produzca esa breve historia cargada de pasión en el linde entre la vida y la muerte, que se desata entre ambos. Lo peor de todo es el desencuentro, el eclipse de la llamada de sus partes animal en ese trágico juego-combate, en el que uno de los dos dejará la vida, y , en ocasiones, ambos.
El error y el horror de esta instantánea consiste en que se haya hecho pública, ese desenmarcarse del espacio íntimo y privado al que está adscrita, ese lugar privilegiado propio de las ceremonias, de los rituales y demás liturgias ancestrales.
La sociedad ha percibido esta imagen como consumidora de escándalos que es. Una chusma ávida de exabruptos compulsivamente buscados a diario en los "reality shows" o en la telebasura a la carta.
Acción-reacción, la peña acéfala, apenas digerido lo que para ella era un escándalo, pasa a satisfacer su parte envidiosa y querulante, vomitando en los juzgados lo tragado sin digerir ni pensar.
Esta sociedad talibanizada, cada vez me escandaliza más y, al igual que ellos, yo también les denuncio, aunque no en los juzgados. Si tu ojo te escandaliza, arráncatelo, pero antes, piensa un poquito y quizá preserves también la vista.
Saludos y salud para todos aquellos a quienes les ha escandalizado más que vuelva a ser el más votado en España, el partido con mayor corrupción de toda nuestra historia. Así nos va.
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