jueves, 25 de septiembre de 2014

De los peos hasta la música (primer fagot biológico)

Sandor Ferenczi, psicoanalista alumno de Freud muy en boga en nuestros tiempos, argumentaba en su trabajo "Palabras obscenas", que el interés estético y lúdico que brota de la misma fuente (analidad), contribuye frecuentemente al placer creciente de pintar y de modelar (escultura).
Poco a poco, los progresos del sentido de la propiedad hacen incluso inaceptable la arena para el niño, y es el principio de la edad de piedra infantil: la recogida de piedras de formas y colores lo más bellas posibles, con lo cual la formación substitutiva alcanza un grado más elevado de desarrollo.

Lo fétido, lo acuoso, lo blando so reemplazados por algo inodoro, seco y también, en lo sucesivo, duro.  Solo el hecho de que las piedras, como el barro y la arena, se recojan sobre el suelo, nos recuerda todavía el origen propiamente dicho de este tema.
La significación capitalista de las piedras es ya muy importante.  Después de las piedras es el turno de los objetos manufacturados para ser objetos de acumulación, y el desinterés por el suelo se vuelve entonces total.  Bolas de cristal (canicas), botones, nos decía Lou Andreas-Salomé:  "Vom frühen Gottesdienst" (1913), huesos son coleccionados ávidamente, no sólo por su valor intrínseco, sino como "valeur-étalon" (valor contraste o patrón), en cierta manera como moneda primitiva que va a transformar el trueque practicado hasta el momento, en un floreciente tráfico monetario.

Hay alegría en reunir, amasar y contemplar las piezas de metal brillantes; de manera que aquí todavía las piezas de moneda son apreciadas más como objetos distribuidores en ellos mismos de placer, que por su solo valor económico.  El ojo saca placer de ver su brillo y su color, el oído al escuchar su tintineo metálico, el tacto al jugar con esos pequeños discos lisos y redondos; únicamente el olfato queda de balde, mientras que el gusto debe contentarse del sabor metálico flojo pero bien particular de la moneda.

En este momento, el símbolo del dinero ha llegado de lleno al término de su desarrollo.  El goce unido al contenido intestinal se transforma en placer causado por el DINERO QUE, LO HEMOS YA VISTO, NO ES OTRA COSA QUE EXCREMENTOS DESODORIZADOS, DESHIDRATADOS Y VUELTOS BRILLANTES.  "Pecunia non olet"
Sin embargo, cualquiera que sea la forma tomada por el dinero, el placer obtenido por su posesión encuentra su origen más profundo en la coprofilia.  Toda sociología o economía nacional, que examinara los hechos sin prejuicios tendrá que contar con este elemento irracional.

El carácter anal con su amor de la propiedad y del orden, su testarudez y su avaricia, contrasta vivamente con un erotismo anal marcado, que es tolerante con la suciedad, pródigo y bueno.  Incluso el hombre normal más civilizado, tiene con sus propias funciones de evacuación, un interés que se encuentra en extraña contradicción con el horror y la repugnancia que él manifiesta si llega a ver la misma cosa en otro, o al escuchar hablar de ello.  Como se sabe, los forasteros y las razas extranjeras no pueden "ni olerse".  El análisis descubre frecuentemente que los problemas pasajeros de la defecación (diarrea, estreñimiento) corresponden a regresiones del carácter anal.
Se ve también en ciertas personas que se muestran ahorrativas en aquello que concierne a la mudanza de su ropa interior, de una manera desproporcionada a su nivel de vida.

El desarrollo ontogenético del interés por el dinero tal como lo hemos esbozado aquí presenta sin duda diferencias individuales que dependen de las condiciones de vida; se puede no obstante considerarlo como un proceso psicológico propio a los hombres civilizados de nuestra época.
Es tentador entonces ver en esta tendencia evolutiva una característica de la especie humana y suponer que el principio fundamental de la biogénesis es igualmente válido para la formación del símbolo del dinero.
Quizá se encontrará entonces la significación de las pequeñas piedras coloreadas del hombre primitivo, descubiertas en gran número durante las excavaciones efectuadas en las grutas; observaciones sobre el erotismo anal de los salvajes (los hombres primitivos de nuestra época que viven todavía frecuentemente en el estado de trueque o del dinero-piedras o conchas) podrían hacer avanzar considerablemente esta investigación de la historia de las civilizaciones.

Sin embargo, nuestra exposición nos permite suponer que el interés capitalista que progresa conjuntamente al desarrollo, no está solamente al servicio de objetivos prácticos y egoístas, por consiguiente del principio de realidad, sino que el placer procurado por la posesión lograda, el sustituto simbólico y la formación reactiva del erotismo anal y de la coprofilia rechazados, satisfacen también al principio del placer.
La pulsión capitalista contiene por consecuencia, según los hallazgos del psicoanálisis, un componente egoísta y un componente erótico anal.

Este texto que yo he extractado y coloreado con alguna pincelada personal, apareció en la Revista "PSICODEIA" número 62, al precio actual de un café, allá por los años ´80, que ya teníamos ano.

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