martes, 27 de mayo de 2014

¿Qué desata la violencia? (Primer alpargatazo)

Tanto el abuso de poder como el uso de la fuerza o la coacción sobre alguien, son conductas generadoras de violencia en la víctima que las sufre.
Así como nos solivianta sufrir el exceso de dichas capacidades, también nos suscita violencia cuando nos sentimos carentes de poder (impotentes) o anulada la fuerza del yo (humillados).
El silencio administrativo, las sanciones injustas, la posición dominante de los bancos, compañías de gas y electricidad, Administraciones Públicas, Hacienda y todo tipo de agravios, cuya enumeración se haría interminable, son fuentes de violencia a las que nos vemos expuestos en nuestra vida cotidiana.

La violencia se manifiesta a diario en las escuelas, en los hogares, en nuestros puestos de trabajo si lo tenemos, y no tenerlo también es violencia. La vivimos en la práctica de los deportes, en la TV, películas y video juegos, también con las manos al volante. Donde quiera que se agrupe el hombre, subyace la posibilidad de la respuesta violenta.

Hay personas que explotan al instante y otras acumulan tensiones que suelen liberar todas de golpe. En cualquier caso, la respuesta violenta presupone el fracaso de la función del lenguaje, de la racionalidad y el sentido común, como instancias mediadoras de los conflictos entre las personas.
La violencia es un movimiento de descarga acción/reacción que trasciende el lenguaje o lo soslaya. Obedece por lo general al binomio causa/efecto y lo que conocemos como "violencia gratuita" o sin sentido, es una consecuencia de la descarga sobre los objetos externos o internos, propia de las personalidades agresivas y psicopáticas.

Es decir, hay sujetos intratensivos que tienen dificultades en el manejo de la rabia y los sentimientos hostiles, de forma que los almacenan y no los hacen circular.  Esa energía negativa retenida ataca el aparato de pensar pensamientos (W.R.Bion), generando confusión y obsesividad, a la vez que rebaja el umbral de reacción ante las frustraciones y sus propias contradicciones, viviendo siempre al borde de un ataque de nervios, cual el título de aquella estupenda película de Almodovar.

Las personas que han construido defensas de carácter, han rigidizado tanto el pensamiento, que esa misma falta de flexibilidad les aboca a respuestas conductuales de sentido unívoco, o dicho de forma ejemplificada, si una situación determinada la vivo como que sólo dispongo de la opción A y no existe para mi ni la opción B, ni cualquier otra, entonces tiene que ser A "sí o sí", por lo que forzosamente he de violentarme internamente si alguien me sugiere alguna opción que no sea la A.  Existe por lo tanto una cierta dosis de violencia permanente en personas con dicho funcionamiento psíquico.

Una parte de la violencia de los adolescentes obedece a su ataque-rechazo de los padres-Sistema, es decir, su sano deseo de subvertir el ¿orden? establecido, y la otra parte de la respuesta violenta tiene que ver con su reacción ante unos padres y una sociedad que amenaza constantemente la vivencia subjetiva que tienen de sí mismos.  Se percibe hoy en día una especie de "buenismo" en algunos sectores de nuestra sociedad, totalmente contrarios a cualquier manifestación de violencia por parte de una ciudadanía indignada con tanto abuso. Ese "buenismo" esconde la arrogancia del que piensa "soy mejor que tu" y contiene la peor de las violencias:  la pasividad, la no reacción y la enajenación propia del que la cosa no va con él.  Este es el paro de todos y la miseria de todos, aunque a algunos no les afecte en su persona.

Sin la violencia desplegada en los actos revolucionarios, no habría habido progreso alguno de la Humanidad. Nadie suelta el poder o sus privilegios, sin que se lo arrebaten.  Los grupos sociales, de tanto en tanto dan un golpe en la mesa para decir ¡basta ya!. Basta ya de explotación, miseria y abuso, mientras una minoría se apropia de casi todos los bienes. Yo les haría reflexionar a estos "buenistas" cuando se alarman por unos simples escraches, acampadas de indignados y quema de containers y cajeros automáticos (que no soluciona el problema su quema y sí justifica la posterior represión).  ¿Acaso se ha hecho justicia? ¿Han devuelto lo robado? ¿Han compensado a las familias engañadas con las preferentes y demás chanchullos financieros? ¿Acaso no nos han empobrecido a la gran mayoría?.

Demasiado comedida ha sido la gente si al final, esta pandilla de delincuentes se marchan de rositas. Y no es cobardía, sino miedo, ese espanto aún arraigado en el imaginario social colectivo que sabe muy bien cómo las gastan los fascistas en este país, esos mismos que ahora están etiquetando de extrema izquierda a estos soñadores e ilusionados luchadores de la Plataforma cívica Podemos. Si no que les pregunten a los miles de republicanos que yacen aún en las cunetas de nuestros pueblos, enterrados como perros sin collar ni pedigrí.
Esos mismos que entonaban el "mea culpa"  en  misa de doce y apretaban el gatillo, por la tarde a las seis.

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