Me percaté de que aun teniendo la mente ocupada en menesteres tan acuciantes, no dejaba de ser consciente de su precaria vestimenta, un camisón abierto, que podía dejar sus partes íntimas expuestas a la mirada de los demás. De vez en cuando, casi mecánicamente, se cubría.
Pensé en cuan investidas están en la conciencia funciones como la vergüenza, el decoro o el sentido del pudor. Tampoco pude evitar que acudiera a mi mente una especie de apotegma de Hipócrates, quien auguraba la inminencia de la muerte cuando el testículo derecho se quedaba frío.
En tales circunstancia, podría haber pensado que por lo que le quedaba en el convento se cagaba dentro, pero me impresionó José por su sentido del decoro y su defensa a ultranza de la ética-estética hasta el último suspiro. Me acerqué a besar su frente y tras decirle algo que permitiréis guarde para nosotros dos, atinó a balbucear que se quería morir... Ni una sola concesión al exhibicionismo, mantuvo su principio de identidad hasta el final.
En español, al igual que en francés o en catalán, al sentido del pudor se le considera la vertiente positiva de la vergüenza. El pudor marca la relación ética con uno mismo, con los demás y con el mundo exterior.
Se trata de una adquisición, no de una capacidad que deba perderse, otra cosa es corregir su vertiente patológica en su exceso histérico u obsesivo. La asunción del sentido del pudor presupone haber discriminado mundo interno de mundo externo, de haber interiorizado las diferencias sexuales y de género, así como el reconocimiento de la alteridad, del Otro.
Tal como recoge el Diccionario Internacional de Psicoanálisis (Vol.II) (Alain de Mijolla) "Una de las cuestiones planteadas por la idea de pudor, es la de articulación entre pulsión anal, significante fálico y genitalidad, mientras que la oralidad obedece a otra "moral", lo que muestra de una forma admirable la película de Luis Buñuel "El discreto encanto de la burguesía" (1972), en la que los personajes se reúnen en círculo para defecar juntos y se esconden en un pequeño rincón para comer.
El sentido del pudor, aparte de limitar cualquier expresión motriz o verbal de la subjetividad, es uno de los pilares ético-estéticos de la persona. El sentido del pudor está muy devaluado en nuestros días, por no decir casi erradicado, de lo contrario no existiría tanta tele-basura. La gente no manifiesta ningún recato en insultarse, ofenderse o publicitar aspectos íntimos suyos o de los demás, que debieren guardar como secreto. Si hay un lugar donde cabe el secreto sin causar daño psíquico es en las relaciones íntimas y consentidas entre adultos. Ya no hay pudor ni vergüenza, por lo que la ética-estética brilla por su ausencia. Se da una flagrante devaluación de uno mismo como sujeto y también del prójimo.
Muchos padres tampoco respetan el pudor de sus hijos, empujándoles a conductas voyeuristas o exhibicionistas. Es a través del propio ejemplo y de la experiencia emocional compartida, que realmente construimos y modificamos a las personas. A las palabras se las lleva el viento, no hay más que escuchar a los políticos para entender lo que es el lenguaje vacío y la anti comunicación.
José supo cerrar los ojos en el momento adecuado y ante la persona adecuada. El tumor no pudo con su sentido del pudor, con su dignidad ni con su capacidad de ponerse en la piel del otro. Se fue cuando no le pudieran ver sus hijos, en un arrojo íntimo y doloroso, que muestra la grandeza de algunas personas. Vaya en su memoria esta sencilla reflexión.
CARTA LEIDA EN LA CEREMONIA LAICA POR JOSÉ NAVARRO (2ª PARTE)
ResponderEliminarQuisiera decir algo a la familia: Mari Carmen y sus hijos, hermanos, sobrinos, cuñados/as, su suegra: El martes 6 de Noviembre a las 13:34 recibo un whatsapp de José Fernández Toledo, psicólogo y amigo de José, que dice:
“Hola Eduardo. Fui a ver a José. Lamento tener que decirte que está agonizante. Si deseas despedirte de él no lo demores mucho. Mari Carmen está muy afectada. Se prudente”.
Yo me quedé sin palabras, ya me esperaba algo así porque el lunes antes de salir de viaje desde Santander, Carmen, mi amiga, me llamó y algo grave me iba a decir pero yo la detuve porque tenía todo un viaje de vuelta. Ella no me comentó todo lo que yo intuía.
Esa noticia de José Fernández la recibí estando en el hospital del Mar, recibiendo la noticia de haberme curado de una hepatitis crónica, luego me iba a trabajar hasta las 9 de la noche. Al día siguiente fui al hospital por la mañana. Cuando entré en esa habitación me lancé a él, y pude decirle lo mucho que le quería, le besaba, lloraba, y le decía cosas, muchas cosas. A pesar de estar con morfina por el dolor, estoy convencido que sabía que estaba allí.
Al día siguiente jueves y en el tanatorio, José Fernández, nos dijo a Mari Carmen y a mi, que José le dijo que se “QUERÍA MORIR”, y el psicólogo y amigo José Fernández le dijo:
“HAZ LO QUE TENGAS QUE HACER. PUEDES IRTE EN PAZ, VE CON TU MADRE”
Esta conversación entre los dos es de un precio incalculable. Me explico:
José medio balbuceando le dice a su psicólogo y amigo que se QUERÍA MORIR, aceptaba la muerte, sabía que había llegado el momento y de forma valiente, en el acto mas valiente de su vida, el de aceptar la muerte le manifiesta eso a una persona de su máxima confianza y que lo conoce como la palma de su mano. ME QUIERO MORIR le dice. No tiene miedo, es un acto de valentía extraordinario.
Que lección, yo me quiero morir como él.
Lo que le dice José Fernández Toledo es extraordinario también. Le dice:
HAZ LO QUE TENGAS QUE HACER. PUEDES IRTE EN PAZ. VE CON TU MADRE
Haz lo que tengas que hacer: Se ha de despedir de su mujer, sus hijos, de sus hermanos y sobrinos, de todos. Y ha de hacer esas cosas, es decir no te vayas ya, haz lo que tengas que hacer.
Puedes irte en paz: Todo está bien, has hecho todo lo que tenías que hacer en esta vida, todas las personas queridas están aquí contigo, puedes irte en paz, TODO ESTÁ MUY BIEN Y LO HAS HECHO MUY BIEN: puedes irte en paz.
Y por último le dice: Ve con tu madre: no le deja que se vaya solo, le deja en manos de su madre, que lo va a recoger y se va a ir con ella. Su madre lo va a abrazar como cuando era un niño bien pequeñito y lo va a acurrucar y mecer contra su pecho.
Inenarrable escena.
En nombre de la familia y de todos sus amigos, le doy las gracias a José Fernández Toledo por esa entrega. Hoy no ha podido venir porque está en Arenys de Mar, ejerciendo sus responsabilidades profesionales.
Esto lo tenía que contar porque quiero que sepáis que José se ha ido en paz. De forma muy valiente sabía que se tenía que morir, se ha entregado a la muerte sin miedo, y ha ido con su madre, una mujer extraordinaria cuyo recuerdo es imborrable para todo aquel que la conoció.
Los que nos hemos quedado jodidos somos nosotros. José está tranquilo y en paz. Vivamos el duelo y tengamos de por vida su recuerdo siempre agradable de él, eso es lo que José quería de nosotros, que le recordemos tal y como era él.
Muchas gracias por haberme escuchado.
Su amigo
Eduardo Romo Asenjo