martes, 16 de julio de 2013

Centro de Arte "Pepe Espaliú" : una mirada traducida

De nuevo Córdoba. Debió pasarme desapercibido el momento en que fui hipnotizado por La Mezquita y el barrio de la judería, recibiendo la orden post hipnótica de regresar una y otra vez a ese lugar. ¡Ojalá no se extinga su efecto!  Claro está que las excelencias de Córdoba se la otorgan también sus gentes, a la par con las maravillas de la ciudad.

Rey Heredia reza la placa. Al embocar esta callejuela que padece estenosis crónica, se vislumbra la torre de una modesta iglesia y nos pareció que podía ser un atajo hacia la parte oriental de la judería.
Un cajón suspendido entre ambas fachadas impedía una buena toma fotográfica, de modo que al intentar salvar el "cajón", comprobamos que se trataba de una pieza en exposición de la serie "carrying" del artista Pepe Espaliú, pintor y escultor cordobés ya fallecido (este año se cumple el 20 aniversario de su muerte).

Nada más entrar en la sala me vi rodeado de un intenso perfume lacaniano: "Los nombres del padre" era el título de la exposición, se veían largas cuerdas por el suelo, anudadas a sillas. No faltaba la inscripción de la "lettre" en algunos de sus cuadros, etcétera. La joven e inteligente guía de la exposición me alagó el narcisismo al manifestar que yo había sido el primero, desde que la sala existe, en reconocer la presencia de Jacques Lacan en la obra de Espaliú. En esta ocasión, ser el pionero en algo no conllevaba premio alguno, otra vez será.

Pensé entonces que si Espaliú había osado acercarse al psicoanálisis y además con la fortuna de escuchar al mismísimo Jacques Lacan dictando sus seminarios en Paris, yo iba a atreverme a un somero esbozo psicoanalítico sobre su persona. ¡Encima había conocido personalmente al Dr. Oscar Masota en Barcelona! Se va a enterar de lo mala que es la envidia, pensé. Bromas aparte, lo que haya podido pensar en torno de la obra y figura de este malogrado artista, no es sino un perfil psicológico obligatoriamente incompleto y forzosamente reduccionista, pero que voy a trazar con mucho cariño y respeto hacia su persona, al fin y al cabo, nadie me ha dado vela en este entierro.

Dispongo de escasos datos biográficos, por lo que algunas de mis observaciones no pasarán de ser meras conjeturas aproximativas, junto a otras sobre las que dispongo de mayor certeza o evidencia.

Pepe Espaliú: el espejo que se hizo añicos (1ª parte)

"Los nombres del padre" presiden su sala-cuerpo, como también en él fue inscrito a la entrada de su alma: "Te llamarán José (Pepe), el nombre del padre".
Función simbólica del padre que Espaliú sintió atacar tan pronto como decidió alejarse del mundo de la joyería que encarnaba su progenitor y cuando asumió una controvertida homosexualidad.
"Negro sobre negro" define algo de sí mismo en una entrevista que mantuvo con Antonio Zaya. Negras como las maletas que aparecen en la portada del catálogo de la sala.  A mi modo de ver, se trata de una maleta negra apoyada en un espejo invisible, o si lo prefieren, una maleta y su alter ego.

Espejos, reflejos, copias de sí mismo presidieron su desembarco en Barcelona. Huérfano de madre desde los 15 años, deja en su sur a un padre que ya había colocado a otra mujer en el lugar de la difunta esposa.
Un muchacho atractivo, vigoroso, creativo, inquieto y de personalidad narcisista, lo que implica que gran parte de la líbido no objetalizada pasa a estar al servicio de las pulsiones sado-masoquistas. Peligroso cóctel el de la culpa inconsciente junto a una disposición a la penetración y al goce de sufrir el dolor, factores ambos que te inclinan a una vida cercana al riesgo y actitudes desafiantes.

Todo un escorpio capaz de clavarse su propio aguijón antes que morir a manos del fuego. La descripción que José Luis Brea hace del artista en 1990, se ajusta a lo que venía exponiendo: "Si Espaliú es artista, lo es sólo por la brutalidad de su mirada hacia sí mismo. Pero, desde luego, no por su generosidad con el Otro -de la que absolutamente carece-" Hay por tanto en él más propensión hacia la descarga de excitación, que capacidad de amor pasional con el objeto. Las tendencias auto destructivas son tan poderosas como las creativas, hecho que le impele de forma maníaca a practicar sexo anal sin protección alguna.

Esa circularidad de su obra de la que hablan los críticos, no es sino la compulsión a la repetición, aliado inconsciente de tánatos. La circularidad es la consecuencia de la imposibilidad de triangulación, de la aparición del tercero, de la creación del Otro.  Frente al espejo sólo cabe la curva de la imagen  y el retorno de lo idéntico, sin la modificación que introduce la mirada del Otro. Su vida dibujó tal círculo perfecto, que nació y murió bajo el signo de escorpio, observación que incluyo para los estudiosos de la astrología.

Frente a sí mismo, con una madre fusionada y confundida en su interior y un padre forcluido (Lacan hablaba de la forclusión (agujero) del nombre del Padre, como origen de la psicosis).  Con tales premisas, podríamos especular con la idea de que la parte creativa de la personalidad en Pepe Espaliú actuaba como una poderosa defensa contra la psicosis. De no haber sido artista,  probablemente se habría psicotizado, habría incursionado en ese cuarto oscuro con el que se empecinaba en escenificar lo irrepresentable de la muerte, ese lugar donde cualquier diferencia se desvanece y queda borrada toda identidad. Ese cuarto oscuro que tienen hoy en día muchas discotecas gays, donde tocarse unos a otros indiscriminadamente, ignorando quién es quien, una masa oscura de carne excitada, indiferenciada y amental.

De ahí que sea tan difícil deslindar su vida de su obra. Ambas son una hasta que lo real de la amenaza de muerte que porta la enfermedad del SIDA, genera en él la posibilidad de conectar los tres lugares que definen al hombre: lo real, lo simbólico y lo imaginario.

El caballo de Troya iba en su interior (2ª Parte)

Este denuedo por la construcción de su identidad nos explica su fascinación por las salas de estatuarias del Congo, Costa de Marfil o Nigeria, especialmente por las máscaras, con las que también trabajó de forma artística.
¿Qué había sido su vida sino un constante "retoque" de la máscara con la que le había tocado vivir? Matizaría, no obstante, una apreciación suya en la última etapa de vida: "Mi homosexualidad fue el primer signo de exclusión de este mundo"
Su contacto con el psicoanálisis le fue sin duda muy fructífero, pero creo que él no pasó por el diván ni el vis a vis, de lo contrario habría entendido su homosexualidad y el contexto narcisista en el que se ubica, como una dificultad de triangular e incluirse en el mundo. No es lo mismo que te excluyan a que uno no sepa incluirse, si bien es cierto que nuestra sociedad "productiva y pro creativa" no acabará de aceptar nunca plenamente lo que se aleja de la heterosexualidad.

Cuando en 1988 se establece en su madre-Madrid, quizá no sea por casualidad, pues, aunque él aún no sabe que padece el sida, su cuerpo sí. Abandona la pintura y se retira a un diálogo interno, tenso y a la vez inquisitivo con la madre interna. En esa época se reconcilia con ella, hace por fin las paces. Sabe y no sabe que ya ha empezado su declive biológico.

Una vez se hace consciente de su condición de enfermo terminal, adopta la reacción básica del que se ve sumido en angustias que no podrá delegar en nadie, ni expulsar fuera de sí. Calle arriba y abajo, caminar y caminar, un desasosiego que no permite pensar e ir gestionando ya el tiempo como un montón de arena que se desliza grano a grano, sin nada que pueda detenerlo. Se reactivan todos los fantasmas que habían habitado en él desde antaño, pero de forma persecutoria, paranoide. Pasa entonces a trabajar-interesarse por lo prohibido, lo vedado, lo oculto, la transgresión, lo que se muestra y esconde al mismo tiempo. Ahí están sus excelentes series "Glovemaking", "Patrones", "Máscaras" y "Santos"

Tras la reacción maníaca de negar lo real de su impuesta realidad, huyendo a México, acaba por asumir su verdad y entonces crece, crece a pasos agigantados. Ya puede tercerizar, encontrarse a si mismo en la gente, en sus semejantes. Por fin crea el lugar del Otro.  Justo cuando puede aceptar que no tiene nada es cuando puede empezar a dar, a ser generoso, a ser amigo de sus amigos, a disfrutar de sus hermanos.
Se entroniza en él un "Secreto fluir" que lo humaniza,  y le permite rendir homenaje a un padre que le enseñó un oficio que le puso el pan en la mesa en los momentos difíciles.

Incipiente identidad la suya que se ve reducida a la caricatura del "enfermo de SIDA" perteneciente a un colectivo divinamente "castigado" por su libertinaje y abyección. Cuando abrazó lo social, lo hizo desde la inexperiencia, lo que le valió para ser utilizado y explotado con fines políticos partidistas. Acaba no obstante por descubrir lo que sí vale la pena preservar en esta vida y, muy a  pesar suyo, el tipo de cosas a las que debió ponerles preservativo.

Un "arrogante geniecillo", tan sensible como angustiado y solitario. Alguien capaz de pintar hermosos lienzos como "The visionary discipline" o "Jugando en la sombra" (uno de mis favoritos). Toda una corta pero intensa vida que nos ha privado de lo mucho que le quedaba por hacer. La angustia de la inminencia de la muerte le condujo a "El nido", mostrándonos a quienes aún disfrutamos con su arte, que la puerta de entrada es la misma que la de salida.

martes, 9 de julio de 2013

oditrevni opide

Como quiera que hace tiempo que no os incluyo poesías intercaladas con mis escritos de opinión, voy a hacerlo esta vez con tres de los seis poemas que llevo escritos del que será mi tercer libro de poemas, cuyo título figura en la entrada. Son malos tiempos para la poesía, para el psicoanálisis y para cualquier investigación que busque la verdad en nosotros mismos, pero no por ello voy a dejar de escribir, ni voy a dejar de creer en nuestras posibilidades como seres creativos y con gran capacidad de amar.

I

El barreño boca abajo,
escondite a la sombra,
retumba latón de soledad
si para amar no hay atajo.

Sin propósito el viento me nombra
y la luna dibuja con desparpajo
la silueta de dos niños abrazados,
ya la lagartija añora el escupitajo.


II

En Wells-next-the-sea
las gaviotas volaban republicanas,
en apenas diecinueve aletazos
por la vida. Allá comprendí
la mansedumbre de la Costa Brava.

Pastiches de memoria,
esquirlas de un atardecer
que vestía de oscuro el instante.
Alguien musita mi historia,
ese de mí, aún por conocer.


III

De niño asistí a mi entierro en Ur,
vislumbro un impreciso cortejo
de vivos casi muertos. Se dice que tú
con mis dados sacaste tres seises,
que no fue Dios con un tejo.

De oca a oca siempre me toca
caer de patitas en el pozo,
habría preferido sacar un ful
a una asimétrica pareja
de mis partes muertas sin gozo.