El espectáculo en los casinos era de lo más deprimente, todas y todos se apresuraban hacia las máquinas, con el afán de encontrar la más "caliente". Un gran marcador central mostraba el reclamo que justificaba tanta algarabía, alguno de ellos podía ganar el bote acumulado, que ya superaba los 12 millones de rands (la moneda sudafricana).
Cientos de personas habían hecho algo de cola para conseguir su cajón de palomitas y su cajón de monedas (se llenaban ellos y llenaban a la máquina). Con las dos manos ocupadas, imposibilitados de abrazar a nadie, con la vista perdida hacia las lucecitas y la constante rotación de las figuras de las tragaperras, eran incapaces de mirar ni charlar con nadie, se movían como zombis. En ningún lugar del mundo me había sentido tan solo como allí.
Sentados o sentadas, pues creo que había incluso más mujeres que hombres enganchados al juego, cuando menos en la zona de las tragaperras, desparramaban sus enormes culos por los taburetes desde las 8 de la mañana, hasta que devoraban el maní y sus monedas eran asimismo devoradas por esas simpáticas y alegres maquinitas. Volvían entonces a por más y vuelve a tragar y vomitar, como bulímicas que no saben lo que comen ni por qué.
En la zona de ruletas, black-jack y demás, podías pasar de pobre a casi rico en pocos minutos, el ambiente allí no era tan frenético y circulaban las élites que se podían permitir apostar a un sólo número el equivalente del sueldo anual de algunos trabajadores.
Evidentemente son muchos más los que pierden en los casinos, en eso consiste el negocio, en eso y toda la parafernalia que arrastra consigo: alcohol, tabaco, drogas, prostitución de lujo, blanqueo de dinero y demás chanchullos.
Me imaginé un gran anuncio luminoso a la entrada de los casinos: "Pase, enamórese de la ranura de sus sueños y consúmase de goce fornicando con su máquina ideal". Si se queda sin dinero, no se preocupe, le prestaremos más hasta que venda su alma al diablo o venda a su propia madre.
No pretendo ofrecer un enfoque moralista al asunto, sino mostrar desde la experiencia de la psicología, que existen muy pocas personas lo suficientemente maduras para tener una relación responsable y contenida en estos lugares que apelan a nuestras pulsiones más difíciles de controlar.
Eurovegas con sus más de 8.000 máquinas tragaperras, van a significar la ruina para muchas personas, que indefectiblemente arrastrarán también a sus familias.
¿No hay otras maneras de crear puestos de trabajo con proyectos más fértiles, productivos y creativos? ¿Tan desesperados están los políticos catalanes como para venderse por un plato de lentejas, con mucho más chorizo que lentejas? ¿Acaso hemos hipotecado también nuestro famoso "seny"?
Ojalá que no construyan esa ciudad de crápulas en el lugar donde jugábamos de niños y nos íbamos a bañar al río, y nos lo pasábamos pipa sin necesitar ni una perra gorda.
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