Su apellido y talante me evocan la aventura de Lope de Aguirre (éste no era de la fábrica extremeña), quien a las órdenes de Dn.Pedro de Ursúa, iba en busca de El Dorado, remontando el Amazonas. Un magnífico film dirigido por Werner Herzog y titulado "Aguirre: la cólera de Dios", con un soberbio Klaus Kinski como protagonista.
Doña Esperanza Aguirre sugirió que, si los hinchas de ambos equipos contendientes en la final de la Copa del Rey, Atlétic de Bilbao y F.C.Barcelona, le silbaban al himno nacional, el partido debería ser suspendido.
¡Qué rápido se activa la parte fascista de la personalidad! Si la gente protesta, sus razones tendrá. El Dorado de los partidos gobernantes sería mantener al pueblo en la esclavitud, viviendo en la miseria, pero que éstos se mostrasen contentos, agradecidos y respetuosos con las autoridades y los signos o símbolos del Estado. Dóciles y adocenados al servicio de vuesa merced. Contenta debiera estar con que se conformen con pitar, al menos, de momento.
Lo que preocupa realmente es lo que vayan a pensar en Europa y en el resto del mundo ante tamaño y atípico espectáculo. Incomodan las formas, no el trasfondo, hay que salvaguardar las "spanish manners", no se debe ser honesto, sino parecerlo.
El himno nacional es una "nana" que nos canta la madre patria a ese ideal del yo encarnado en el ideal del grupo nacional, de un colectivo que siente que han construido algo entre todos, al igual que el himno del club de fútbol encarna los ideales a los que se hacen acreedores sus miembros. Pero ese no es el caso de España, ese no es el himno que hemos elegido entre todos, ese es el himno que sigue manteniendo vivo el recuerdo de más de 40 años de dictadura fascista.
El himno que ponían a todo volumen en los cines de toda España, obligando al público a ponerse en pie y a entonar el "cara al sol...", de los que nos lo habían robado. Si alguien se resistía, le hinchaban a palos e iba a la cárcel. Ese no es el himno de millones de españoles que quedaron fuera, es un himno manchado de sangre y que le falta la letra, le falta la palabra justa, la palabra que nos incluya a todos, que no margine a nadie.
Por cierto que se perdió usted un magnífico partido, se reprimió el goce de ser silbada por miles de pitos, El Dorado de cualquier mujer poderosa, tanto que ha endeudado hasta las cejas a sus conciudadanos.
Un encuentro entre dos aficiones hermanadas por su amor al buen fútbol y que comparten un sueño común, el de poder algún día disputar la copa de La República Federal de España, en lugar de la del rey que se columpiaba en una tela de araña y como veía que no se rompía...
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