Cuando Freud escribió su hermoso artículo "El malestar en la cultura", reconocía que este pacto por la Civilización al que vivimos sometidos, implica la renuncia y/o sublimación de muchas de las pulsiones que tenían cabida y vía de expresión en la horda primitiva.
Como consecuencia de la represión o el rechazo social a las mismas, todos estábamos condenados a neurotizarnos, en el mejor de los casos.
Le atribuía a los síntomas la condición de ser un intento de curación, aunque fracasado, por lo que merecía ser escuchado como algo que "hablaba" de ese sujeto en particular. La angustia existencial era común a todos nosotros y se aceptaba que no todo lo que aportaba la Civilización era beneficioso, sino que conllevaba ciertos niveles de frustración, renuncia y malestar.
Nuestra sociedad actual, de Mercados Globalizados y facilitadora de la vida de sus clientes, al punto de que sólo tengan que tragar y gozar de sus múltiples y variados objetos, es también un foco de malestar y alienación (la miseria y la violencia han aumentado de forma alarmante y también la de pequeñas élites de multimillonarios).
La sociedad de consumo ha llegado a tal grado de hedonismo y patología, que cualquiera puede optar a cambiarse los pechos o la nariz, si con ello atráe mayor número de miradas o de visitas en las redes sociales. Nos hemos vaciado de ética y de contenido en "ser".
La ideología del Sistema crea el campo desiderativo de que todo malestar debe ser rápidamente neutralizado, antes que pensado, elaborado o cuestionado. Y es ahí donde el nuevo Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos mentales "D.S.M 5" y que espera ver la luz el año entrante, acude a ponerle una etiqueta a todas nuestras angustias, desviaciones sexuales o adicciones. Unas siglas con su respectiva prescripción facultativa en forma de psicofármaco.
Lo que nos vino a decir Allen Frances (Duke University of USA) en el 2.010, con sus interesantes reflexiones publicadas en el New York Times, es que la novedosa y alarmante aportación del futuro Manual de Trastornos Mentales, consiste en la drástica e intolerable ampliación de las fronteras de lo que se consideraba hasta ahora como lo normal o lo patológico, de forma que, a partir de ya, muchas personas que se tenían por normales, han dejado de serlo.
Por citar un sencillo ejemplo, el cuadro ligeramente depresivo, acompañado de desmotivación, trastornos del sueño y pocas ganas de trabajar, propio de ese proceso de duelo por el fallecimiento de un ser querido, conocido como luto, va a ser motivo de indicación farmacológica.
Si ya el "D.S.M.IV" era un batiburrillo multi-teórico de diferentes corrientes y que trataba de incorporar todo lo que le servía del "C.I.E-10" (Compendio Internacional de Enfermedades ideado en Europa), el próximo "D.S.M5" abunda en un puro descriptivismo de síntomas, supuestamente arropado por la cientificidad de la matemática estadística. Significa por tanto el encumbramiento de la etiología biológica, por encima de la psíquica-ambientalista.
Se abandona prácticamente la teorización, para establecer la estadística como paradigma de lo auténticamente científico. ¿Puede la Estadística interpretar los sueños? Pues NO. La presencia estadística de determinados símbolos en un sueño, daría cuenta exclusivamente de su presencia, no del significado dentro de ese sueño y de ese sujeto en particular. Como tampoco se pueden traducir las "Loas de la amistad" de Ciceron, por mucho diccionario de latín que tengamos, si no hemos estudiado la gramática y la sintaxis de la lengua latina, tal como insistían en recordarnos nuestros profesores, cuando estudíabamos latín y griego clásicos. Un sueño bien trabajado e interpretado, produce avances espectaculares en una terapia. ¡Qué bonitos y misteriosos son los sueños! No quieren un sujeto pensante, parlante y responsable de su vida y de su neurosis, sino una especie de lacayo robotizado, normotizado y vaciado de su propia gramática y sintaxis emocional.
¿Cómo puede una revolución científica ser a-teórica?, se pregunta el Manifiesto de Brasil (Stop DSM), al que se adhirió Barcelona, Buenos Aires o Paris, entre otras.
Como argumenta Gaston Bachelard (1996), el uso de la matemática no es descriptivo, no se reduce a describir cómo es un fenómeno, sino que lo explica. Los promotores de los DSM´s confunden cuantificación con inteligibilidad científica.
La consecuencia es un manual que se limita a catalogar los fenómenos sin la preocupación de saber cómo surgen, por qué surgen, cómo se articulan entre sí, y principamnete: qué función pueden desempeñar esos fenómenos para determinado sujeto. Como tampoco se preocupa por lo que significa la aparición del síntoma y su función para el sujeto (deja de lado la clínica).
Esa perspectiva descriptiva cerrada a debates con otras maneras de pensar la psicopatología e ignorante de su historia, tiene impactos notables en la enseñanza de la psicopatología y en la consecuente formación y actuación de profesionales, prosigue el Manifiesto.
Un síntoma es una queja de un sujeto. No hay clínica sin esa queja. Sin embargo, en el campo del sufrimiento psicológico, al no disponer del marcador biológico, debemos pensar la relación síntoma-sujeto por otra vía: interrogándonos sobre la función que un síntoma puede desempeñar para este sujeto. El síntoma no es considerado como un déficit; al contrario, es una tentativa de solución, un lazo entre el sujeto y su mundo. Pero también un sujeto que se queja es un ser parlante, indicando así la dimensión primordial de actuación en el campo del sufrimiento psíquico: el del habla y del lenguaje, como diría Jacques Lacan en 1953.
El alarmante incremento de casos de niños diagnosticados como TDAH o autismo, obedece al uso del DSM como único método diagnóstico, basado en su vertiente cuantificadora de síntomas (todos estos datos son extraidos del Manifiesto de Brasil).
El autismo se ha incrementado un 2.700% desde 1991. De medio millón de casos de TDAH diagnosticados en 1.987, pasaron a 4,4 millones diez años después, ambas estadísticas pertenecientes únicamente a los Estados Unidos. A través de las décadas, hubo un aumento de alrededor del 300% de trastornos psiquiátricos provinientes de las revisiones de los DSM´s.
Como apunta Gérard Waycman, con la medicalización generalizada, este proyecto instiga la criminalización a gran escala de la sociedad. Todos culpables de algo.
Los tratamientos farmacológicos y las terapias cognitivo-conductuales les vienen como anillo al dedo del Amo, al insaciable Capitalismo. Prosigue el Manifiesto informando de que de los 170 revisores del "DSM-III", el 56% estaban asociados a uno o más laboratorios farmacéuticos. Es decir, la falta de ética redundó en un beneficio a los Laboratorios de más de 80 mil millones de dólares en todo el mundo (algo así como lo que cobraría un jubilado español en unos 13.000 años, más o menos)
En relación al TDAH, entre los años 2.000 y 2.004, aumentaron en un 1.020% las ventas de metilfenidato (rubifen), la anfetamina que les recetan, y entre el 2.004 y el 2.008, hubo otro incremento del 930%. Juzguen por ustedes mismos el interés que hay en diagnosticar TDAH a porriño y como juegan perversamente con la aquiescencia de un ejército de psicólogos armados de protocolos, que no le hacen ascos a estas auténticas epidemias de TDAH, que les otorgan mucho trabajo y escaso prestigio. ¿Hacia dónde miran los Colegios de Psicólogos? Quizá hacia La Meca, que es donde hay más petróleo.
La ampliación del diagnóstico del Trastorno Bipolar a la población infantil en el "D.S.M-IV", significó un notable incremento de la ingesta de psicofármacos por parte de esta indefensa población (¿hacia dónde mira la O.M.S?) Consecuencias: innumerables casos mal diagnosticados como bipolares que desarrollaron obesidad mórbida y diabetes, sin tener en cuenta los posibles daños cerebrales, de más compleja evaluación. Creo que vale la pena concluir este escrito con la lista de proposiciones alternativas que nos ofrece el Manifiesto de Brasil a la dictadura de los DSM.
Los inegrantes del manifiesto y muchos miles de psicólogos estamos a favor de una psicopatología que:
1. tenga como referencia más importante el sujeto y sus modos singulares de arreglárselas con el síntoma y con el mundo que lo circunda;
2. una psicopatología que se sitúe enteramente en la clínica, pues éste es su método por excelencia;
3. una psicopatología que conozca su historia, sus corrientes, sus controversias y sus diferencias socio-históricas;
4. que, por consecuencia, posibilite una enseñanza y una formación de profesionales comprometidos con el sufrimiento psíquico y dotados de espíriru crítico;
5. que no esté sometida a los lucros de la Industria Farmacéutica, aunque tenga por política la "economía" subjetiva del síntoma;
6. que no esté amparada en un ideal imaginario de Ciencia, sino en una Ciencia moderna, cuya matemática incluya un esfuerzo de demostración de imposibilidades lógicas, antes que a la afirmación de sistemas totales y cerrados;
7. que no promueva la patologización de la existencia, la ilusión de la prevención y el encasillamiento patológico de los ciudadanos.
No creo que hayan pretendido ser las 7 virtudes capitales de la psicopatología ortodoxa, pero yo me apunto y añado, AMEN. Pienso que un Manual de patología mental de tal magnitud y trascendencia, debiere establecerse de forma consuetudinaria, recibiendo y escuchando todas las aportaciones de las distintas corrientes psicológicas y psiquiátricas de todo el mundo, incluida la China.
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