Vuelvo a insistir sobre la intolerancia humana al dolor físico y mental, pues la considero un eje vertebrador en la construcción de nuestro aparato psíquico. No así el cerebro, que como tal órgano es paradógicamente insensible y podría ser diseccionado sin anestesia.
El brillante, efímero y romántico poeta inglés Keats, hablaba de la "capacidad negativa" como el grado de tolerancia que mostramos ante lo incipiente o aún desconocido. Es decir, nuestra capacidad de tolerar la incertidumbre, de soportar no saber sobre algo o alguien y tener la paciencia y el manejo de la ansiedad que impida construirnos rápidamente teorías explicativas.
Años más tarde, el Dr.Meltzer utilizaría el concepto de "capacidad negativa" para explicar nuestra intolerancia al dolor mental y sus graves consecuencias a efectos del crecimiento y la maduración.
Las personas rellenamos la falta de conocimiento con nuestras propias elucubraciones y fantasías más o menos inconscientes. Incluso nuestro cerebro se apresura a completar la "gestalt" cuando un objeto se le presenta incompleto o discontínuo, digamos que la sensorialidad sólo negocia con objetos totales y, si no lo están, los circuitos neuronales recurren a la representación mental primigenia, ya almacenada.
El tema de los Indignados ha puesto a prueba la "capacidad negativa" de nuestra intelectualidad y la buena o mala fe de muchas personas. Me ha sorprendido que una notable pensadora y escritora como Pilar Rahola, se haya apuntado a la tesis de un tal Joan Julibert, quien asegura que "los Indignados de hoy con el capitalismo son los que ayer querían ser más capitalistas que nadie, cuando las vacas gordas permitían endeudarse hasta las cejas". (Léase La Vanguardia del 26 de junio de 2011)
Nadie puede negar que la gente ha estirado más el brazo que la manga, pero quien lo hizo lo está pagando con creces y no puede estar indignado con el capitalismo, sino consigo mismo por "creerse" que debía comprar todo aquello a que le incitaba esta sociedad de consumo para ser feliz o para sentir que era alguien. El ingénuo y obediente comprador está pagando su error, pero quienes le indujeron, bancos incluidos, NO.
Por otra parte, para estar indignado con el capitalismo, no es imprescindible estar endeudado, pues su perversidad e intrínsecas contradicciones se padecen a diario, más allá de lo económico, en las micropolíticas de poder, control y alienación del individuo.
Este drama de los deshaucios por impago son una consecuencia más del progresivo abandono de un cierto tutelaje del Estado sobre el bienestar de sus ciudadanos. A quienes defienden la privatización de todo, incluido el Estado, bajo una supuesta defensa de la libertad individual, les argumentaría que hay que ser muy maduros para poder vivir sin Estado, y nosotros no lo somos.
Nos hemos cargado también la autoridad estructurante del padre en las familias, y los Estados se limitan a "vigilar y castigar", como nos mostrase M. Foucault en su irrefutable discurso.
Ante la ausencia de buenos padres y un Estado tutelar que no fiscalizador, nos encontramos en un mundo gobernado por perversos cargados de títulos académicos, por mediocres psicopatones, arrivistas, oportunistas sin escrúpulos, canallas y todo tipo de sociópatas. ¡Barra libre, todo está permitido y si te pillan robando, tranquilo que no te quitan el dinero. Estafar y matar sale barato.
También quiero sugerirles que en los Indignados, al igual que en los trenes, los hay de "cercanías y de media distancia" (los Indignados entre los 20 y los 45 años, pongamos por caso) y los de "largo recorrido" (Indignados de los 45 años en adelante)
¿Saben la cantidad de abuelos que vieron como perdían sus posesiones en la guerra civil española, que se vieron forzados a inmigrar a otros lugares del país o emigrar al extranjero y que han estado trabajando 12 horas al día o más, para que luego vengan los bancos y les hagan perder los pocos ahorros que tanto les costó reunir, vendiéndoles productos financieros fraudulentos que les prometían el oro y el moro? ¿Hemos también de acusarles de codiciosos?
¿Saben cuántos miles de yayos indignados hay en este país y que no me podrán leer porque no manejan las computadoras, padecen alzheimer, o no pueden ni pagarse la tarifa plana?
También me extraña mucho que entre los Indignados de "cercanías y media distancia" hayan muchos posibles votantes del P.P. En eso no coincido con este gran escritor que es Enric Juliana, un pensador "fuerte", como lo clasificaría el Dr.Manuel Pérez-Sánchez. Opinaba Juliana que "la eclosión de los Indignados podría inducir una avalancha de votos a favor del P.P."
Modestamente me inclino a pensar que la mayoría de Indignados se decantarían por el voto en blanco o la abstención, antes que votar más de lo mismo, pero con otras siglas también fraudulentas, pues dicho partido, de Popular tiene poco.
Algunos han calificado a los Indignados como despolitizados. No confundamos los cosas, lo mismo que lo contrario del amor no es el odio, sino el anti-amor (-L) (Véase W.Bion), lo contraio del politizado no es el despolitizado, sino el anti-político. A mi entender, los Indignados son unos "anti", por antonomasia. Anti-políticos profesionales, anti-corrupción, anti-fraude, anti-abusos bancarios, anti-abusos administrativos o policiales, antí- Senado, anti-amiguismos, anti-enchufismos, anti-Parlamento-mercadillo-para-repartirse-la-bolsa-común. Anti-tele basura, anti-mediocridad en la enseñanza o en la sanidad, etc, etc.
La Indignación es un estado mental-emocional, que por su intensidad, debe ser modulado para preservar la homeostasis general cuerpo-mente, pero que en dosis controladas, es un poderoso nutriente contra nuestras partes conservadoras adeptas a preservar el "stablishment" para que nada cambie, contra las partes acomodaticias y apalancadas que todos albergamos potencialmente y que debemos mantener a raya. Hemos de saber conservar lo que esté al servicio de las partes social-istas de la personalidad, en detrimento de las partes narcisistas que no nos permiten ver más allá de nuestro ombligo.
Mis felicitaciones a J.M. SERRAT, que canta de maravilla y no desafina ni cuando expresa sus opiniones, como la que ha manifestado sobre el movimiento-respuesta social que son los Indignados,a quienes ha calificado como un "soplo de aire fresco" entre tanta podredumbre. También damos la enhorabuena todos los Indignados a las intervenciones de esta gran persona, sabio curricular y pensador-mixto (la clasificación es mía y definiría al pensador fuerte y compasivo a la vez), que es Dn.JOSÉ LUIS SAMPEDRO, quien, ante un auditorio de jóvenes Indignados (los de cercanías y media distancia), supo envolverlos en términos como "amargados, acosados y desconcertados". Por su acertado diagnóstico de que la fuerza de los Indignados radica en que tienen la "razón" (el marco o "frame" de la verdad) y NO EN LA VIOLENCIA.
Que tienen la razón y el futuro, que hay que transformar una economía obsesionada con el benefício y una visión asimétrica de la productividad.
"Un futuro que, para que sea posible, deberá seguir la senda de lo ético y lo estético. La necesidad de enseñar a la gente a pensar, en lugar de simplemente obedecer. VITALIDAD, COOPERACIÓN Y REVITALIZACIÓN fueron sus consignas para alcanzar el éxito de una sociedad más justa, gobernada por el sentido común, la inteligencia y la bondad. A eso aspiran los Indignados y si no es así, entonces no lo son, llamádles de otra manera, pero no confundáis al perro con sus pulgas.
Gracias por seguir mi blog y una vez más os invito a vuestros comentarios y sugerencias.
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