jueves, 29 de mayo de 2014

Violencia

Nuestra moral judeo-cristiana se posiciona, por principio, en contra del uso de la violencia y revoca la Ley Antigua del "ojo por ojo", cercana a la venganza personal o al tomarse cada uno la justicia por su mano. Se instaura a cambio una ley divina que juzga nuestros actos y trasciende esta vida, y otra ley humana formada por jueces que tratan de impartir justicia a través de sus sentencias.

Sin embargo, a la vez que habla de no resistirse al inicuo y poner la mejilla izquierda cuando te abofetean la derecha, Cristo hace un uso moderado de la violencia cuando existe un propósito disciplinario que la justifique, como echar a los fariseos mercaderes del Templo, a patadas y latigazos, por estar comerciando en la Casa de Dios.  ¡Qué tiempos aquellos en los que el dinero sólo tenía un valor de uso y no era ni humo ni lo único principal buscado por la gente!  Hoy en día ya todo es Mercado y le negamos la casa a dios (que ha perdido la mayúscula).  Es cierto que los expulsó de forma violenta, pero también lo es el hecho de que esa conducta representaba el "ya que no escucháis las palabras, os lo diré de otro modo, irreverentes".

Es una violencia de baja intensidad, aplicada como correctivo, con intención disciplinaria, e incentivada desde el amor (quien bien te quiera llorar te hará) y que hay que ubicar en ese contexto pedagógico y bien intencionado; de ahí que exprese mi desacuerdo con aquellos jueces que sancionan a padres que castigan a sus hijos con algún ademán violento, una vez han sido faltados al respeto reiteradamente y ha sido ninguneada la autoridad paterna sobre ellos (autoridad que protege, no que somete).  Autoridad paterna claramente en declive en esta pos modernidad, en la que todos somos impelidos a gozar sin límite y constantemente, en la que nadie se quiere responsabilizar de nada.

La violencia forma parte de la naturaleza humana al igual que existe en la Naturaleza física con sus terremotos, huracanes, maremotos, tornados, tsunamis, lluvias torrenciales y demás, aunque el hombre puede explicar todos estos fenómenos naturales desde sus conocimientos de geofísica y otros sectores de la ciencia.
También forma parte de nuestras vidas como el sentimiento de alegría o de tristeza, y al igual que éstos, obedece a la ley de causa/efecto, aunque no siempre hagamos consciente el proceso.

La violencia es un movimiento emocional de choque, antagónico al impulso inercial del nacimiento y la muerte, que es caída y desprenderse de aquello que la sujeta.  La gravedad de la vida versus la ley de la gravedad; cuando una hoja cae del árbol o se desprende la manzana de su tallo, no lo consideramos un movimiento violento.  Lo que nace o muere encuentra un lugar de acogida, la violencia busca la confrontación, el choque con el objeto.

En inherente a la biología una cierta dosis de violencia, desde el abrirse paso del espermatozoide para fecundar el óvulo, hasta la proliferación de células asesinas que aniquilan a sus semejantes, en los procesos tumorales.
La violencia como posibilidad de respuesta, tendría su arraigo en lo biológico-pulsional y presupondría el fracaso de la palabra y los procesos simbólicos como mediadores de los conflictos intrapsíquicos o los de origen externo. Se cae en el acto violento por frustración mental al dar respuesta instantánea al hecho generador (me pisan en el metro), o por ausencia o anonimato del causante (el banco se apropió de mi dinero).  Como quiera que la vida se construye en la acción, las manifestaciones humanas con cierta carga de violencia son "normales", pero llevan su tiempo el poder ser representadas internamente sin la carga agresiva que aparentemente despliegan:  los niños de corta edad interpretan el coito de los padres (escena primaria) como cargado de violencia y agresividad.  ¡Papá está haciendo daño a mamá!

Aprovecho esta situación confusional entre la apariencia perceptiva y la intencionalidad del acto, para anticipar la idea de que ciertas manifestaciones de violencia moderada, tienen por objetivo restaurar el equilibrio, abandonar la entropía o recuperar el respeto a una madre que está sufriendo las proyecciones destructivas de la prole.   Considero una auténtica barbaridad encarcelar a una madre porque haya propinado un cachete, bofetada, respingo, pellizco de monja, colleja, tortazo o cualquier otro correctivo a un hij@ que le estaba faltando al respeto.  De lo contrario, fortalecemos la parte delincuente y destructiva del joven en cuestión.

No saben la de veces que he escuchado en boca de alguno de mis pacientes:  ¡si mis padres me hubiesen dado una buena hostia a tiempo, me habrían ido mejor las cosas!  Violencia procede del latín VIS, "fuerza", "poder" y cualquier aplicación de dichos términos por exceso o por defecto, son generadores de violencia. La doctora Piera-Castoriadis Olaigner decía  que también la había en la interpretación, cuando le mostrábamos a un paciente aspectos de sí mismo que mantenía separados y que la construcción interpretativa unía de forma violenta lo que aun vivía por separado en nuestro interior. Nuestra sociedad tiende a tomar posturas extremas en las cosas y pasamos del "con sangre la letra entra" al "como me toques te denuncio". Ni un extremo ni el otro, como en todo hay que hacer caso a los sabios griegos con aquello de que hay que buscar la justa medida de las cosas.  A la violencia, ni amarla ni demonizarla.

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