lunes, 29 de febrero de 2016

Rafael Cadenas, metal dócil en la mano de los días

Conocí la existencia de este enorme poeta venezolano a través de un comentario de Andrés Trapiello, cuyas acertadas reflexiones suelo leer cada semana.  Cada cual tiene sus referentes en todos los ámbitos de la vida y lamento no haber contactado antes con la obra de este excepcional poeta, nacido en 1930 (el mismo año que mi madre) y autor de excelentes trabajos poéticos como  "Cuadernos del destierro" o "Falsas maniobras" , entre muchos otros.

Acabo de leer su obra entera, poesía y prosa 1958-1998, con la sensación de un hallazgo y una agradable fascinación.  Os invito a leer a este premio nacional de literatura en su país, entre muchos otros galardones, que, pese a todo, creo que no ha tenido toda la atención y divulgación que merece su obra.  Hoy voy a incluiros algunos de los poemas que he compuesto, fruto de la inspiración que transpira su original forma de sentir la vida, y ya que no nos hemos podido encontrar en el mundo de la Bet, espero hacerlo en el de Alef,  en una esquinita del Universo de Atzilut, donde ya no haya que hacerse más preguntas sobre el sentido de las cosas.

I

Cuando en soledad
recuerdo tus besos,
un repentino amanecer
escala por mi cuerpo.


IV

Cuando movidos a tientas,
los labios de los enamorados
suavemente tropiezan,
nieva polvo de estrellas
y todo en el Universo
es beso, verso y beso.


V

Si tiendes al amor ambas palmas,
sumisas las conchas abren sus valvas
y te obsequian dulces salomas.


VII

El salto caballo de tus ojos
enrocó mi pensamiento
en patios de luz y rastrojos
que huelen a absenta y tiempo.


VIII

Estoy cansado de ser hoja,
ahora quiero ser viento,
o mejor ese pañuelo
que tu mano recoja
para guardarlo en el pecho.


XII

Se esquina la luz del día
y el frío la recoge en tu pupila,
tus labios tienen sed de poesía,
porque el amor se da, no se alquila,
ni se vende como cualquier porquería.


XV

Te he hallado reclinada
en tu sonrisa cuarto menguante;
pregunto a dónde se fue el amor
y no contestas nada,
únicamente pretendo ser el guante
en el que enfundes tu dolor.


XVII

En cada beso habita
el primer pezón,
el amanecer de una sonrisa
y la simiente del primer amor.


XVIII

Buscaba yo el amor
como perrillo las esquinas,
cuando apareciste tú
cual distraída zarzamora
que promete un sinfín
de afiladas espinas,
antes de rendir
el fruto que atesora.

De más poesía, amor, escucha y comprensión estamos necesitados en un mundo abocado a la violencia y la autodestrucción.  ¿Quién va a fabricar unas gafas de realidad virtual para el alma?