Encadenado cada cual a sus móviles, cónsolas y demás artilugios cibernéticos, fuimos convocados a soltarlos por unas horas y darnos las manos, delineando una macro fila india de 400 km de longitud, desde el sur de Francia (para otros Catalonia nord), hasta el norte de Castellón (límite al sur del territorio catalán).
Nadie puede negar que para conseguir reunir casi dos millones de personas bajo una misma bandera y consignas, han de haber muchas razones de peso detrás, y las sentimentales también pesan lo suyo. Ese "estado naciente", por utilizar un concepto que me agrada de Francesco Alberoni, presente en aquella ordenada y pacífica masa humana, presupone el germen de un gran movimiento social que recoge aspiraciones muy variopintas. Desde el catalán "emprenyat" (cabreado), hasta el catalán idealista, indignado, romántico o nostálgico de una Catalunya con estado propio, que estuvo cerca de ser y no cuajó.
Lamentablemente, la Historia no se construye bajo criterios de justicia. Por poner un ejemplo de sobras conocido por todos, los Estados Unidos edificaron su pueblo masacrando a cuantas tribus indias encontraron a su paso, para más tarde independizarse de los ingleses, con otra guerra. ¿Debieran los apaches, los sioux o los cheyenne tener un estado propio? Respondan ustedes.
Al catalán se le dan mejor los mundos recoletos, íntimos y mágicos de donde han surgido figuras universales como Gaudí, Pau Casals, Dalí, Josep Plá y una larga lista que no cabe aquí. Catalunya es una tierra exportadora de talento, de aventureros, de célebres navegantes ¿Colón?, de inventores, de un buen vino y un excelente cava. Todo eso y mucho más, al pie del Mediterráneo y protegida por unas excelentes montañas, los Pirineos.
Es una lástima que la estrechez de miras de una casta política parapetada en rígidas instituciones, corrompida, ajena a la democracia interna, que sólo se mira el ombligo de sus propias necesidades de perpetuación; es una pena, repito, que no pueda aprovechar ese gran caudal de entusiasmo, ilusión, entrega y buena voluntad de esa maravillosa cadena humana, para reformar todas las cloacas dentro de esta porción de la península ibérica, cuyas heces no provienen de la Villa y Corte central, sino de nuestra propia casa.
La alta burguesía catalana y sus "lobbies" de poder y decisión, reclaman un estado propio, pero el pueblo llano catalán también tiene pendiente su revolución como clase trabajadora que es, la lucha contra las desigualdades sociales, la distribución más equitativa de la riqueza. Tenemos pendiente la creación de un estado en cuya construcción participen la inmensa mayoría de los ciudadanos. De lo contrario, al día siguiente de un hipotético estado catalán segregado de España, seguiremos siendo marginados, explotados, utilizados y manipulados; eso sí, todo en catalán y con la "senyera" (bandera catalana) ondeando en el Palau de la Generalitat. Da igual si nos mal pagan en euros, en "catalocalés" o en "culés", o si quedamos fuera de la U.E., lo que a la gente le importa es una vida digna y que se respete su cultura, lengua y tradiciones, y si existen abusos por parte del Estado central, hay que corregirlos por las buenas o por las malas, pero no debemos caer en la trampa del maniqueismo de buenos y malos (Cataluña/España), porque eso no es así.
Las clases populares están tan puteadas en España como en Catalunya, y esos son nuestros semejantes, nuestros hermanos de clase, lo demás son luchas de intereses entre poderosos, que utilizan y agitan a sus pueblos para que medien por sus espúreos y poco patrióticos intereses. Nos negamos a ser catalanes carne de cañón.
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