Como ya sabéis, la especie humana es el mamífero menos autónomo de todos los existentes, de hecho, si no fuese sostenido por una figura materna y un entorno favorable, fenecería. La progresiva autonomía del bebé hacia la adultez sería la consecuencia de su crecimiento biológico y mental.
La independencia, sin embargo, es un concepto socio-político, que no deja de ser una aspiración a la que debemos propender y, en muchos casos, luchar por alcanzarla. Quizá provenga del latín "pendere de.." (colgar de), de donde independizarse significaría dejar de colgar de, liberarse del lugar al que se está atado. ¿Se siente Catalunya atada por España contra su voluntad? ¿No se atan también voluntariamente los catalanes a los españoles? ¿Desean ser preguntados los catalanes si optan por atar su destino con España?
Debiéramos interrogarnos sobre todo este tipo de cosas en lugar de caer en guerras de Tirios y Troyanos.
La ansiada independencia es un tema de grado, pues nunca puede ser total en el seno de una comunidad en la que necesitamos de los demás y el tejido social actúa a la manera de un retículo que todo lo liga, conecta y anexiona. Los hijos aspiran a independizarse de los padres y hacer su propia vida, aunque, hoy en día, la deriva a la que nos está conduciendo la globalización total de los mercados y el capitalismo pirata y salvaje actual, ha revalorizado el nido materno como el punto de retorno de todos aquellos que han fracasado en la jungla de las relaciones de apareamiento o en el "mercadillo-prostíbulo-laboral".
Millones de personas están perdiendo su independencia y regresando a "casa", el que la tiene, en un bucle regresivo que infantiliza a la sociedad en su conjunto. Unas generaciones que trabajaron como burros, tienen en su vejez que mantener a hijos o nietos. Una auténtica vergüenza más de las muchas que hay. Esa pérdida de independencia, de libertad y autonomía se traduce en estados de ánimo depresivos, tensiones, violencia, malestar general o patologías mentales más severas.
"El treball enalteix l´home, la vagància l´envileix" (el trabajo enaltece al hombre, la vagancia lo envilece), proclama con gran acierto una placa en la Riera de Arenys de Mar (Barcelona). El hombre sin trabajo, sin oficio, sin sentirse necesario en su entorno, es presa fácil de la depresión, de la enfermedad física y/o mental, de todo tipo de vicios o adicciones. La gente va a "enterrarse" en sus casas, apostándose el poco dinero que tienen y el que no tienen, en timbas de pócker u otro tipo de apuestas, que ahora pueden hacer por internet. Patologías éstas de los "expulsados" de la rueda del consumo, que no van a tener más salida que el drama familiar, el dolor inconfesable e insoportable, la caída en desgracia y la muerte.
La Generalitat (Órgano de gobierno en Catalunya) le pide la independencia al Estado español. Ambas administran las miserias de sus respectivos pueblos, que NO SON PLENAMENTE LIBRES. Por lo que se trata de una guerra de administraciones, una guerra de poderes. ¡Allá se lo confiten entre ellos! A la gente de a pie que nos dejen en paz, que ya tenemos bastante con llegar a fin de mes.
Escritos de psicología y de opinión de un Psicólogo Clínico formado en Ciencias Sociales y Políticas
martes, 8 de octubre de 2013
Cadenas cibernéticas y cadenas humanas (2ª Cat a)
Encadenado cada cual a sus móviles, cónsolas y demás artilugios cibernéticos, fuimos convocados a soltarlos por unas horas y darnos las manos, delineando una macro fila india de 400 km de longitud, desde el sur de Francia (para otros Catalonia nord), hasta el norte de Castellón (límite al sur del territorio catalán).
Nadie puede negar que para conseguir reunir casi dos millones de personas bajo una misma bandera y consignas, han de haber muchas razones de peso detrás, y las sentimentales también pesan lo suyo. Ese "estado naciente", por utilizar un concepto que me agrada de Francesco Alberoni, presente en aquella ordenada y pacífica masa humana, presupone el germen de un gran movimiento social que recoge aspiraciones muy variopintas. Desde el catalán "emprenyat" (cabreado), hasta el catalán idealista, indignado, romántico o nostálgico de una Catalunya con estado propio, que estuvo cerca de ser y no cuajó.
Lamentablemente, la Historia no se construye bajo criterios de justicia. Por poner un ejemplo de sobras conocido por todos, los Estados Unidos edificaron su pueblo masacrando a cuantas tribus indias encontraron a su paso, para más tarde independizarse de los ingleses, con otra guerra. ¿Debieran los apaches, los sioux o los cheyenne tener un estado propio? Respondan ustedes.
Al catalán se le dan mejor los mundos recoletos, íntimos y mágicos de donde han surgido figuras universales como Gaudí, Pau Casals, Dalí, Josep Plá y una larga lista que no cabe aquí. Catalunya es una tierra exportadora de talento, de aventureros, de célebres navegantes ¿Colón?, de inventores, de un buen vino y un excelente cava. Todo eso y mucho más, al pie del Mediterráneo y protegida por unas excelentes montañas, los Pirineos.
Es una lástima que la estrechez de miras de una casta política parapetada en rígidas instituciones, corrompida, ajena a la democracia interna, que sólo se mira el ombligo de sus propias necesidades de perpetuación; es una pena, repito, que no pueda aprovechar ese gran caudal de entusiasmo, ilusión, entrega y buena voluntad de esa maravillosa cadena humana, para reformar todas las cloacas dentro de esta porción de la península ibérica, cuyas heces no provienen de la Villa y Corte central, sino de nuestra propia casa.
La alta burguesía catalana y sus "lobbies" de poder y decisión, reclaman un estado propio, pero el pueblo llano catalán también tiene pendiente su revolución como clase trabajadora que es, la lucha contra las desigualdades sociales, la distribución más equitativa de la riqueza. Tenemos pendiente la creación de un estado en cuya construcción participen la inmensa mayoría de los ciudadanos. De lo contrario, al día siguiente de un hipotético estado catalán segregado de España, seguiremos siendo marginados, explotados, utilizados y manipulados; eso sí, todo en catalán y con la "senyera" (bandera catalana) ondeando en el Palau de la Generalitat. Da igual si nos mal pagan en euros, en "catalocalés" o en "culés", o si quedamos fuera de la U.E., lo que a la gente le importa es una vida digna y que se respete su cultura, lengua y tradiciones, y si existen abusos por parte del Estado central, hay que corregirlos por las buenas o por las malas, pero no debemos caer en la trampa del maniqueismo de buenos y malos (Cataluña/España), porque eso no es así.
Las clases populares están tan puteadas en España como en Catalunya, y esos son nuestros semejantes, nuestros hermanos de clase, lo demás son luchas de intereses entre poderosos, que utilizan y agitan a sus pueblos para que medien por sus espúreos y poco patrióticos intereses. Nos negamos a ser catalanes carne de cañón.
Nadie puede negar que para conseguir reunir casi dos millones de personas bajo una misma bandera y consignas, han de haber muchas razones de peso detrás, y las sentimentales también pesan lo suyo. Ese "estado naciente", por utilizar un concepto que me agrada de Francesco Alberoni, presente en aquella ordenada y pacífica masa humana, presupone el germen de un gran movimiento social que recoge aspiraciones muy variopintas. Desde el catalán "emprenyat" (cabreado), hasta el catalán idealista, indignado, romántico o nostálgico de una Catalunya con estado propio, que estuvo cerca de ser y no cuajó.
Lamentablemente, la Historia no se construye bajo criterios de justicia. Por poner un ejemplo de sobras conocido por todos, los Estados Unidos edificaron su pueblo masacrando a cuantas tribus indias encontraron a su paso, para más tarde independizarse de los ingleses, con otra guerra. ¿Debieran los apaches, los sioux o los cheyenne tener un estado propio? Respondan ustedes.
Al catalán se le dan mejor los mundos recoletos, íntimos y mágicos de donde han surgido figuras universales como Gaudí, Pau Casals, Dalí, Josep Plá y una larga lista que no cabe aquí. Catalunya es una tierra exportadora de talento, de aventureros, de célebres navegantes ¿Colón?, de inventores, de un buen vino y un excelente cava. Todo eso y mucho más, al pie del Mediterráneo y protegida por unas excelentes montañas, los Pirineos.
Es una lástima que la estrechez de miras de una casta política parapetada en rígidas instituciones, corrompida, ajena a la democracia interna, que sólo se mira el ombligo de sus propias necesidades de perpetuación; es una pena, repito, que no pueda aprovechar ese gran caudal de entusiasmo, ilusión, entrega y buena voluntad de esa maravillosa cadena humana, para reformar todas las cloacas dentro de esta porción de la península ibérica, cuyas heces no provienen de la Villa y Corte central, sino de nuestra propia casa.
La alta burguesía catalana y sus "lobbies" de poder y decisión, reclaman un estado propio, pero el pueblo llano catalán también tiene pendiente su revolución como clase trabajadora que es, la lucha contra las desigualdades sociales, la distribución más equitativa de la riqueza. Tenemos pendiente la creación de un estado en cuya construcción participen la inmensa mayoría de los ciudadanos. De lo contrario, al día siguiente de un hipotético estado catalán segregado de España, seguiremos siendo marginados, explotados, utilizados y manipulados; eso sí, todo en catalán y con la "senyera" (bandera catalana) ondeando en el Palau de la Generalitat. Da igual si nos mal pagan en euros, en "catalocalés" o en "culés", o si quedamos fuera de la U.E., lo que a la gente le importa es una vida digna y que se respete su cultura, lengua y tradiciones, y si existen abusos por parte del Estado central, hay que corregirlos por las buenas o por las malas, pero no debemos caer en la trampa del maniqueismo de buenos y malos (Cataluña/España), porque eso no es así.
Las clases populares están tan puteadas en España como en Catalunya, y esos son nuestros semejantes, nuestros hermanos de clase, lo demás son luchas de intereses entre poderosos, que utilizan y agitan a sus pueblos para que medien por sus espúreos y poco patrióticos intereses. Nos negamos a ser catalanes carne de cañón.
Independizarnos del poder, no del pueblo español (3ª Cata strofe)
Las distintas pésimas Administraciones públicas habidas estas tres últimas décadas en Catalunya, son las responsables de la mala fama actual que gozan los catalanes en el resto de España.
Lejana queda la admiración que despertábamos en cualquier lugar de la península, por nuestra oposición al régimen franquista, por estar a la vanguardia de la industria española junto con el País Vasco, por ser la avanzadilla intelectual que miraba al norte, frente a una capital provinciana, mojigata y carca. Por nuestro Barça, que era el único equipo capaz de plantar cara al Real Madrid, el mimado del caudillo.
Pero os hablo desde la posición de las clases humildes. A la alta burguesía catalana ya le estaba bien Franco, pues les permitía amasar muchos millones de las antiguas pesetas, y en sus mansiones de la parte alta de la ciudad se hablaba en castellano, pues era más fino que el catalán y vestía más. El idioma autóctono era el propio de los "pagèsos" (campesinos) de tierra adentro.
Es en la época de la dictadura que se debiera de haber luchado por desmarcarse de una España fascista. No ahora, aunque distemos de ser una auténtica democracia.
Este verano, en Briones , un bellísimo pueblo de La Rioja, de camino hacia Asturias (la patria de mi abuelo), tuve que soportar que la "borderline" del pueblo me llamase "catalufo" al enterarse que procedía de Barcelona. Yo no tengo porque ser "charnego" en Catalunya y "catalufo" en el resto de España. Estoy hasta los cojones de tanto imbécil de un bando y del otro. Yo desciendo de los judíos sefarditas, o sea que me traen al pairo todas las identidades, incluida la mía.
Cuando viajas te encuentras gente estupenda por todas partes. Este verano pasé unos días por Asturias y Cantabria y me sentía mejor que en casa. ¡Cuánta gente amable y bien nacida encontramos por doquier! ¿Por qué hemos de estropear esa buena relación de vecindad? ¿Acaso no son más las cosas que nos unen que las que nos separan?
Millones de catalanes tienen amigos, conocidos, familiares o intereses económicos en otros lugares de España, ¿deben enemistarse con ellos tras una hipotética independencia que sólo va a beneficiar a los grandes Amos? Porque si vienen mal dadas ellos tienen recursos para aguantar el tirón, mientras que los cuatro idealistas que piensan que van a vivir en la soñada Itaca, se van a llevar una gran desilusión y se van a ver explotados y ninguneados por los mismos que ahora les incitan a construir cadenas humanas y a segregarse del resto de España. ¿Van a ser los catalanes independizados menos sinvergüenzas con sus camaradas catalanes, que lo que son los del Estado central? ¿Son los catalanes mejores personas o más justos? "No m'ho crec". No hay más que ver la explotación de las autopistas por parte de La Caixa, o el caso Palau y un sin fin de turbios "affairs".
Yo aceptaría la independencia si me pudiese emancipar también de quienes ostentan el poder en Catalunya y se reparten el pastel entre los suyos. Lo asumiría cuando el pueblo pueda decidir la forma en la que desea ser gobernado. Existe esa "terza via", contemplada en otros momentos de nuestra historia y que recoge el hecho diferencial catalán, que nadie puede discutir y que hay que otorgar también a vascos y gallegos.
Un Estado Confederal que nos ponga a todos a trabajar juntos y querernos unos a otros, aunque sólo sea para quitarle la razón a Franco cuando dijo que los españoles éramos como un montón de ratas metidas en un saco, al que basta agitar un poquito para que se maten entre ellas.
Lejana queda la admiración que despertábamos en cualquier lugar de la península, por nuestra oposición al régimen franquista, por estar a la vanguardia de la industria española junto con el País Vasco, por ser la avanzadilla intelectual que miraba al norte, frente a una capital provinciana, mojigata y carca. Por nuestro Barça, que era el único equipo capaz de plantar cara al Real Madrid, el mimado del caudillo.
Pero os hablo desde la posición de las clases humildes. A la alta burguesía catalana ya le estaba bien Franco, pues les permitía amasar muchos millones de las antiguas pesetas, y en sus mansiones de la parte alta de la ciudad se hablaba en castellano, pues era más fino que el catalán y vestía más. El idioma autóctono era el propio de los "pagèsos" (campesinos) de tierra adentro.
Es en la época de la dictadura que se debiera de haber luchado por desmarcarse de una España fascista. No ahora, aunque distemos de ser una auténtica democracia.
Este verano, en Briones , un bellísimo pueblo de La Rioja, de camino hacia Asturias (la patria de mi abuelo), tuve que soportar que la "borderline" del pueblo me llamase "catalufo" al enterarse que procedía de Barcelona. Yo no tengo porque ser "charnego" en Catalunya y "catalufo" en el resto de España. Estoy hasta los cojones de tanto imbécil de un bando y del otro. Yo desciendo de los judíos sefarditas, o sea que me traen al pairo todas las identidades, incluida la mía.
Cuando viajas te encuentras gente estupenda por todas partes. Este verano pasé unos días por Asturias y Cantabria y me sentía mejor que en casa. ¡Cuánta gente amable y bien nacida encontramos por doquier! ¿Por qué hemos de estropear esa buena relación de vecindad? ¿Acaso no son más las cosas que nos unen que las que nos separan?
Millones de catalanes tienen amigos, conocidos, familiares o intereses económicos en otros lugares de España, ¿deben enemistarse con ellos tras una hipotética independencia que sólo va a beneficiar a los grandes Amos? Porque si vienen mal dadas ellos tienen recursos para aguantar el tirón, mientras que los cuatro idealistas que piensan que van a vivir en la soñada Itaca, se van a llevar una gran desilusión y se van a ver explotados y ninguneados por los mismos que ahora les incitan a construir cadenas humanas y a segregarse del resto de España. ¿Van a ser los catalanes independizados menos sinvergüenzas con sus camaradas catalanes, que lo que son los del Estado central? ¿Son los catalanes mejores personas o más justos? "No m'ho crec". No hay más que ver la explotación de las autopistas por parte de La Caixa, o el caso Palau y un sin fin de turbios "affairs".
Yo aceptaría la independencia si me pudiese emancipar también de quienes ostentan el poder en Catalunya y se reparten el pastel entre los suyos. Lo asumiría cuando el pueblo pueda decidir la forma en la que desea ser gobernado. Existe esa "terza via", contemplada en otros momentos de nuestra historia y que recoge el hecho diferencial catalán, que nadie puede discutir y que hay que otorgar también a vascos y gallegos.
Un Estado Confederal que nos ponga a todos a trabajar juntos y querernos unos a otros, aunque sólo sea para quitarle la razón a Franco cuando dijo que los españoles éramos como un montón de ratas metidas en un saco, al que basta agitar un poquito para que se maten entre ellas.
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