A propósito de la homofobia en las escuelas, Rosa Montero escribía en El País, el pasado mes de mayo: "cualquier cosa que te separe de la masa puede hacerte víctima de su envidia o de sus miedos" (totalmente de acuerdo con ella). Si hablamos de fobias o filias, vamos a ir a parar ineluctablemente a nuestras angustias más profundas y a sus posibles objetos de desplazamiento.
En las fobias como "miedo a algo" hay siempre un sustrato de angustia cuyo origen nos es desconocido (inconsciente), y que desplazamos como objetos receptores de la misma: a los ascensores y lugares cerrados (claustrofobia), a los espacios abiertos, la calle (agorafobia), a la oscuridad, a la luz, a los alimentos, al sexo, a los animales, a las personas, y así seguiríamos con una larga lista, ampliable también a las filias.
Si reacciono fóbicamente a tu homosexualidad es porque temo "afiliarme" a ella o descubrirla en mí. En las aulas de nuestros colegios se arremete con fiereza contra el que tiene tendencias sexuales que se apartan de la heterosexualidad, pero también se ataca al empollón, acusado de "traidor" ¿de qué supuesta causa?. Tengo un niño en terapia que me hablaba el otro día de la manía que le tienen al micro grupo de los empollones de la clase. ¿Es que las ovejas que balan "báa" en lugar de "bée" no pertenecen al mismo rebaño?, ¿son las negras?, ¿Es que ambos extremos de la famosa campana de Gauss no pertenecen también a la misma campana?
Para ser aceptado por las mayorías en los tiempos que corren, hay que ser un mediocre, una "choni", un "garrulo", o uno de esos especímenes inclasificables que desfilan por G.H. El niño del que os hablaba utilizó la palabra "manía" en sustitución de envidia, que sería la más apropiada, pero tampoco se alejó demasiado del tema que nos ocupa (violencia/locura), ya que manía es sinónimo de locura y un derivado de "máinomai" que significa "estoy loco" (en griego clásico), de ahí que manicomio provenga de "mani" (los locos) y de "komeo" (yo cuido).
Algun@s sacrifican su singularidad con tal de no ser rechazados por el rebaño y es que, la angustia de no ser querido o aceptado es muy devastadora. Como también lo es la que sufren los niños acosados, cuyas vidas se convierten en auténticos infiernos, llegando incluso al suicidio como única escapatoria.
En mis escritos entre el 2009 y el 2011, ya hablaba de la necesidad de introducir LA ESCUCHA en nuestra sociedad, como una acción liberadora de tensiones y canalizadora de las contradicciones y fricciones que generan las injusticias y desigualdades inherentes a nuestro sistema social de convivencia. Pero la escucha presupone la aceptación de la posibilidad de ser modificado por el otro, cosa que no ocurre en la mayoría de tertulias televisivas, donde cada cual se parapeta en sus convicciones y creencias.
No sólo no han mejorado las cosas en estos últimos años, sino que han empeorado notablemente. Temas como la homofobia en las aulas no se arreglan con Decretos Ley ni con mayor dureza policial, como tampoco sirven para nada las órdenes de alejamiento, cuando un hombre ya ha decidido matar a su mujer. ¿Quién les ha escuchado previamente a ambos? ¿Quién se hizo cargo de la mediación en el conflicto?
Una sociedad que nos borra como sujetos en la atención médico psicológica, no puede exigir que nos comportemos como tales. A todo esto hay que añadir que los grupos (pandillas), pierden grados de subjetividad y control cuando actúan como tales, por lo que la dinámica de los grupos (supuesto básico) empeora las cosas cuando están dirigidos por líderes patológicos, o el matón asustado de turno.
El tema es harto complejo, pero, en todo caso, no se remeda únicamente desde la ley o la intervención policial, sino que hay que hacer todo un trabajo asambleario de base que empiece por el seno de las familias y se extienda a los colegios y aulas universitarias, a los lugares de trabajo y a todos los ámbitos donde los hombres se reúnen para, supuestamente, mejorar la sociedad. Asambleas de vecinos, de pueblos, de regiones, de naciones, de todos aquellos que queremos un mundo mejor, más justo y solidario.
Muy interesante este artículo, aunque no se si habla de psicología o de ética... ¿o tal vez lo psicológico y lo ético sean dos partes de la misma solución?
ResponderEliminarUn saludo.