Niñas princesitas han existido siempre y no me estoy refiriendo a las monarquías. Es bastante frecuente un perfil de madre muy narcisista que fabrica copias "mejoradas" de sí misma, ocupando la niña un yo-ideal, que la madre nunca alcanzó. A partir de la década de los ´80 hemos asistido a una producción masiva de dicho fenómeno psico-sociológico, de consecuencias nefastas para la unidad familiar originaria. Que la Mujer como colectivo necesitaba desprenderse de las esquirlas que producía en ella una estructura de poder esencialmente falocrática, machista y discriminadora, era del todo evidente.
Sin embargo, como suele ocurrir, los humanos, cuando derribamos algo, no dejamos títere con cabeza, cegados por la ira y el revanchismo. No nos conformamos con borrar el sello del anterior faraón, para colocar el nuevo, sino que nos cargamos el obelisco entero. No se trataba de acabar con el Hombre como género, al completo, sino de desposeerlo de un exceso de poder, de su prepotencia y arrogancia, casi excluyente del género femenino en los ámbitos de poder y toma de decisiones.
Hubieron reacciones activas y contestatarias por parte del colectivo Mujeres, junto a otras más pasivas o de índole subjetivo, como es el caso que nos ocupa, el de la "mamá-fábrica-de-princesitas". ¿Qué entiendo por princesita? Se trataría de una niña que ha crecido ad-mirándose en los ojos-espejo de una mamá ambivalente con el hombre, al que utiliza para sus fines y lo excluye esencialmente de la educación de la niña. ¡Ya no me sirves! ¡Pusiste tu espermatozoide y ya te puedes ir! Han sido jovencitas a las que mamá no quería decirles que no a nada, para no frustarlas. Niñas sin una clara asunción de los límites, de lo que está bien o está mal y escasa conciencia de las necesidades del otro.
Una niña mimada y consentida por una madre fálica, insatisfecha e inmadura. Una madre que "castra" a los hijos varones, cuando los hay, de una forma muy sibilina, que consiste en "inutilizarlos". Será el hombre "inútil" del futuro, de identidad confusa, abandonado a su pulsionalidad y a la llamada de las adicciones.
Esas princesitas crecen con el mantra no verbalizado explicitamente de: "no necesitarás de los hombres, los utilizarás y fabricarás otra princesita". Son nenitas estúpidas, entrometidas, egocéntricas, resabiadas, perspicaces, desconfiadas y crueles. Nos cueste o no aceptarlo, las madres transmiten a sus hijas la imagen inconsciente que tienen del hombre, que, a su vez, refuerzan con determinadas actitudes y comportamientos.
Cuando llegan a la adolescencia, también le pasan factura a mamá-reina, sometiéndolas, manipulándolas y tratándolas de forma déspota y tiránica. Han carecido de Padre-Ley y si hay cualquier otro tutor masculino, es también mal-tratado como un vasallo al que se vampiriza. Quizá sean bonitas y atractivas, pero se comportan como auténticas brujas que van destrozando chicos sin ningún miramiento. Hemos pasado en unos pocos años, de las chicas "tampax" a los chicos "cleenex" (publicidad gratuita)
La "mujer-no-toda" de Lacan, que quiere decir algo así como que no hay dos mujeres iguales, frente a "todos-los-hombres", igualitos, con una sola neurona en la punta del capullo. La mujer "continente" y, por lo tanto, inmensamente voraz, envidiosa e insaciable. Tanto, que puede devorarse a sí misma (anorexia), o tragarse el mundo y luego escupirlo o vomitarlo (bulimia) La Mujer con una capacidad de goce y destructividad infinitamente superior a la del Hombre, más previsible, ingenuo y acotado.
La Mujer fundó nuestra cultura y la familia como armazón social que la sostiene, y va camino de cargárselo todo, con la ayuda del varón sádico, cínico, falto de ética y psicopatón Homo-economicus. Cada vez hay más familias monoparentales y combinaciones híbridas de todo tipo. Quizá, tal como señala Silvia Fendrik en su hermoso y rompedor libro "El falo enamorado", estábamos equivocados dándole tanta importancia al complejo de Edipo, cuando la clave del crecimiento mental no neurótico, pasa por el "matricidio", que no tiene nada que ver con matar mujeres, sino la necesidad de "matar" a esa madre que no te deja crecer y que te quiere sólo para ella, convirtiéndote en "princesita" o en un niño "inútil", fifi y apollardado.
Escritos de psicología y de opinión de un Psicólogo Clínico formado en Ciencias Sociales y Políticas
domingo, 31 de marzo de 2013
lunes, 18 de marzo de 2013
Utopías: su apetecible resurgimiento (1er gong)
Mientras los políticos y demás habitantes de la cámara acorazada del poder pasaban sus días pensando todas las argucias posibles para incrementar sus fortunas personales y las mil maneras de blindarse ante la amenaza de ser descubiertos, entretanto, repito, los hermanos Aísa, Ferrán y Manel, dejaban sus pestañas pegadas en los libros de Historia del Movimiento Obrero y la causa Anarquista.
Ante tanta inmundicia, siempre es un soplo de aire fresco comprobar que no todos corren como diablos tras el vil metal, sino que existen muchas personas, que como los hermanos Aísa, han criado canas tratando de comprender el mundo y pensando en cómo mejorarlo. Les conocí en el Ateneo Enciclopédico Popular, sito en el antiguo edificio de la Caridad, de la calle Montalegre de Barcelona. Yo iba de engreído pipiolo que creía saber mucho de la vida, cuando no era más que un pardillo idealista. Acudía a las reuniones con mi amigo Pizarro, cuyo padre había muerto en el campo de concentración de Mathaussen. Nos acogieron en su sección literaria, donde en su revista "El vaixell blanc" podíamos publicar nuestros poemas. Con el tiempo armamos también un equipo de fútbol sala, bastante competitivo.
Pocos conocen como Ferrán y Manel, la Historia del Movimiento Libertario de Catalunya y España, por algo son los depositarios del Archivo Histórico del Anarquismo en la península ibérica, tesoro cultural que se ha visto mermado por algún que otro robo, a mano de los canallas de siempre.
El ataque masivo que está sufriendo la clase obrera en la actualidad, despojada sistemáticamente de todos los derechos adquiridos, fruto de la lucha contra el Capital, habría sido impensable en los años ´60 ó ´70, donde cualquier gesto de amenaza era respondido con barricadas, encierros y enfrentamientos contra los brazos armados del Sistema.
La gente tenía conciencia de clase y los obreros estaban orgullosos de serlo. Es ese un plus de refuerzo de la identidad del individuo, pues le inscribe socialmente en el lugar que le corresponde y le otorga la fuerza de un colectivo. Escasos son los asalariados que se sienten obreros en nuestros días, nos hemos desclasado, adocenado y enajenado, aunque a ese híbrido cibernético le llamen hombre postmoderno, hombre líquido, amorfo, adicto a todo tipo de cosas, excepto a la libertad. El hombre que no sabe ni puede estar a solas consigo mismo, porque quedó a medio hacer y le vence la angustia.
Tampoco hay que caer en un cierto "obrerismo" de antaño que pretendía excluir a los intelectuales del ámbito de la lucha obrera, so pretexto de que no tenían las manos manchadas de grasa. Para ellos sólo existían los de arriba (dirigentes, enchufados y lame culos del Amo) y los de abajo (obreros, desposeidos y demás parias de la Tierra).
La realidad es mucho más compleja que todo eso, pero hay elementos para pensar que la disolución de la lucha de clases ha representado la pérdida de un referente integrador y amalgamador de las mayorías humildes y de la clase obrera en particular; tal como la caída del muro de Berlín ha significado la pérdida de cierta contención del Capital, que tras la eliminación del telón de acero y el final de la guerra fría, campa a sus anchas.
Reivindico por lo tanto el retorno de las utopías, pues tengamos presente que así como los Mitos ayudan a entender los orígenes de la Humanidad, la lucha por lo que hoy se nos antojan Utopías, son nuestra mayor garantía de futuro.
Ante tanta inmundicia, siempre es un soplo de aire fresco comprobar que no todos corren como diablos tras el vil metal, sino que existen muchas personas, que como los hermanos Aísa, han criado canas tratando de comprender el mundo y pensando en cómo mejorarlo. Les conocí en el Ateneo Enciclopédico Popular, sito en el antiguo edificio de la Caridad, de la calle Montalegre de Barcelona. Yo iba de engreído pipiolo que creía saber mucho de la vida, cuando no era más que un pardillo idealista. Acudía a las reuniones con mi amigo Pizarro, cuyo padre había muerto en el campo de concentración de Mathaussen. Nos acogieron en su sección literaria, donde en su revista "El vaixell blanc" podíamos publicar nuestros poemas. Con el tiempo armamos también un equipo de fútbol sala, bastante competitivo.
Pocos conocen como Ferrán y Manel, la Historia del Movimiento Libertario de Catalunya y España, por algo son los depositarios del Archivo Histórico del Anarquismo en la península ibérica, tesoro cultural que se ha visto mermado por algún que otro robo, a mano de los canallas de siempre.
El ataque masivo que está sufriendo la clase obrera en la actualidad, despojada sistemáticamente de todos los derechos adquiridos, fruto de la lucha contra el Capital, habría sido impensable en los años ´60 ó ´70, donde cualquier gesto de amenaza era respondido con barricadas, encierros y enfrentamientos contra los brazos armados del Sistema.
La gente tenía conciencia de clase y los obreros estaban orgullosos de serlo. Es ese un plus de refuerzo de la identidad del individuo, pues le inscribe socialmente en el lugar que le corresponde y le otorga la fuerza de un colectivo. Escasos son los asalariados que se sienten obreros en nuestros días, nos hemos desclasado, adocenado y enajenado, aunque a ese híbrido cibernético le llamen hombre postmoderno, hombre líquido, amorfo, adicto a todo tipo de cosas, excepto a la libertad. El hombre que no sabe ni puede estar a solas consigo mismo, porque quedó a medio hacer y le vence la angustia.
Tampoco hay que caer en un cierto "obrerismo" de antaño que pretendía excluir a los intelectuales del ámbito de la lucha obrera, so pretexto de que no tenían las manos manchadas de grasa. Para ellos sólo existían los de arriba (dirigentes, enchufados y lame culos del Amo) y los de abajo (obreros, desposeidos y demás parias de la Tierra).
La realidad es mucho más compleja que todo eso, pero hay elementos para pensar que la disolución de la lucha de clases ha representado la pérdida de un referente integrador y amalgamador de las mayorías humildes y de la clase obrera en particular; tal como la caída del muro de Berlín ha significado la pérdida de cierta contención del Capital, que tras la eliminación del telón de acero y el final de la guerra fría, campa a sus anchas.
Reivindico por lo tanto el retorno de las utopías, pues tengamos presente que así como los Mitos ayudan a entender los orígenes de la Humanidad, la lucha por lo que hoy se nos antojan Utopías, son nuestra mayor garantía de futuro.
Utopías : el retroceso (2º gong)
Utopía procede del griego (topos), que significa "lugar", por lo que el prefijo actuaría como preposición que indica carencia de: sin lugar. Los clásicos de la filosofía lo traducen como "lo que no está en ningún lugar". A mi personalmente, ésta última acepción no me acaba de agradar porque induce a pensar que lo que no está en ningún lugar, no existe, mientras que deduzco que los antiguos griegos quisieron darle la connotación de idea o proyecto al que aún no le había sido creado un lugar, pero que, en principio , era factible, aunque no fácil.
Tomás Moro acuñó la palabra utopía para describir una sociedad que se considera perfecta en todos los sentidos y se llama utópico a todo ideal de la sociedad humana que se supone sin duda alguna deseable, pero que muchas veces se postula como inalcanzable.
Las utopías son en sí mismas revolucionarias pues siempre implican la subversión del orden establecido, imperfecto e injusto. Nunca significan más de lo mismo, ni se ocupa de cambiar algo para que nada cambie. Se trata de cambios profundos y estructurales. Una "trending" utopía moderna sería esperar que la misma pandilla de granujas que nos ha llevado a la ruina económica y moral, sean capaces de sacarnos de ella. ¿Han visto algún gato que se auto cuelgue el cascabel? No olvidemos que la transición de las monarquías europeas hacia los Estados modernos, pasaron por el afeitado de muchas cabezas.
Muy acertadamente, Ferrán Aísa nos hace recapacitar en su libro sobre el hecho de que "sin el pensamiento utópico, sin la voluntad de avanzar hacia modelos ideales, no existiría el progreso". La luna, ese satélite sólo al alcance de los poetas, puede ahora ser pisado y sobrepasado por el hombre. Hace un par de siglos, por no ir más atrás en el tiempo, era algo impensable, una auténtica utopía. Hubo antes de ser pensada y soñada por poetas o escritores como Julio Verne, por citar alguno, para poder materializarse.
Las utopías retroceden como el horizonte, dando paso a otras nuevas. Pero los avances de la Humanidad han ido más lejos en lo científico-tecnológico que en la organización socio política de las personas. La transmisión de la experiencia humana no sigue los mismos cauces que la científica, de ahí la paradoja de que pese a esos maravillosos progresos, no estemos sino a un paso de la barbarie. Totalmente de acuerdo con Ferrán Aísa cuando señala que la historia de la Humanidad es una interminable crónica de desigualdad y frustración.
Cuando el hombre ponga la materia gris a trabajar pro del bien común y del equilibrio con la Naturaleza, en vez de pensar en formas ultra sofisticadas de aniquilarnos los unos a los otros, muchas cotas de bienestar e igualdad, que hoy nos asemejan utópicas, pasarán a ser realidad. Estamos retrocediendo hacia una especie de Edad Media Tecnocrática, con pérdidas masivas de libertad, con aplastamiento de la subjetividad a favor del pensamiento único y la primacía de unas ideologías sobre otras (léase al Dr.Lluis Farré en su presentación en la revista Intercanvis: ¿Dónde está el hombre? , la lámpara del filósofo).
Estamos a un tris de convertir en utópica nuestra propia condición humana. No somos plenamente conscientes de lo lejos que podemos llegar trabajando en equipo, aunando fuerzas e ilusiones. Pero todo tiene que ser soñado antes de alcanzar el rango de utopía y, por lo tanto, de horizonte-meta. Lo que ha conseguido la organización judía Keren con su inmenso bosque de Yatir en pleno desierto, puede que ni llegase a ser pensado por el pueblo palestino. Un pueblo sin utopías no crece, no avanza. Para las culturas mediterráneas (españoles, italianos o griegos), nos parece una utopía alcanzar los grados de organización, seriedad y cohesión que vemos en los pueblos germánicos y, quizá para ellos, resulten utópicas algunas de nuestras características, como la capacidad de improvisación, la creatividad o la "pasión" que ponemos en muchas cosas.
Preparémonos para vivir los años más paradógicos de los últimos tiempos, ¿un ciclo más? ¿una epidemia de "peste" científica? ¿un ensayo global sobre manipulación masiva de masas? ¿otra guerra de mundos financieros? ¿China contra todos?. Quisiera cortar en seco toda esta diarrea dialéctica recomendándoos la lectura de este, por el momento, último libro de Ferrán Aísa, titulado "Utopía. Del somni igualitari, al pensament únic", editado por Icaria. Quizá el autor alberga en su interior la utópica utopía de que en España se interesen algún día en aprender catalán y abandonen la excusa inhibitoria de que se trata de una lengua que sólo se habla en Catalunya y alrededores; al fin y al cabo, el chino sólo se habla en China y no por ser más millones de parlantes tienen más razón, ni más cultura, ni más valor. Mil millones de engañados no hacen más grande la mentira, sino su honda expansiva, el número de afectados. Quizás pueda ser traducido al español, ya que la causa del Movimiento Obrero Libertario bien merece la pena y a muchos nos alegraría que alejarnos del Hombre-mono deje de ser otra utopía.
Tomás Moro acuñó la palabra utopía para describir una sociedad que se considera perfecta en todos los sentidos y se llama utópico a todo ideal de la sociedad humana que se supone sin duda alguna deseable, pero que muchas veces se postula como inalcanzable.
Las utopías son en sí mismas revolucionarias pues siempre implican la subversión del orden establecido, imperfecto e injusto. Nunca significan más de lo mismo, ni se ocupa de cambiar algo para que nada cambie. Se trata de cambios profundos y estructurales. Una "trending" utopía moderna sería esperar que la misma pandilla de granujas que nos ha llevado a la ruina económica y moral, sean capaces de sacarnos de ella. ¿Han visto algún gato que se auto cuelgue el cascabel? No olvidemos que la transición de las monarquías europeas hacia los Estados modernos, pasaron por el afeitado de muchas cabezas.
Muy acertadamente, Ferrán Aísa nos hace recapacitar en su libro sobre el hecho de que "sin el pensamiento utópico, sin la voluntad de avanzar hacia modelos ideales, no existiría el progreso". La luna, ese satélite sólo al alcance de los poetas, puede ahora ser pisado y sobrepasado por el hombre. Hace un par de siglos, por no ir más atrás en el tiempo, era algo impensable, una auténtica utopía. Hubo antes de ser pensada y soñada por poetas o escritores como Julio Verne, por citar alguno, para poder materializarse.
Las utopías retroceden como el horizonte, dando paso a otras nuevas. Pero los avances de la Humanidad han ido más lejos en lo científico-tecnológico que en la organización socio política de las personas. La transmisión de la experiencia humana no sigue los mismos cauces que la científica, de ahí la paradoja de que pese a esos maravillosos progresos, no estemos sino a un paso de la barbarie. Totalmente de acuerdo con Ferrán Aísa cuando señala que la historia de la Humanidad es una interminable crónica de desigualdad y frustración.
Cuando el hombre ponga la materia gris a trabajar pro del bien común y del equilibrio con la Naturaleza, en vez de pensar en formas ultra sofisticadas de aniquilarnos los unos a los otros, muchas cotas de bienestar e igualdad, que hoy nos asemejan utópicas, pasarán a ser realidad. Estamos retrocediendo hacia una especie de Edad Media Tecnocrática, con pérdidas masivas de libertad, con aplastamiento de la subjetividad a favor del pensamiento único y la primacía de unas ideologías sobre otras (léase al Dr.Lluis Farré en su presentación en la revista Intercanvis: ¿Dónde está el hombre? , la lámpara del filósofo).
Estamos a un tris de convertir en utópica nuestra propia condición humana. No somos plenamente conscientes de lo lejos que podemos llegar trabajando en equipo, aunando fuerzas e ilusiones. Pero todo tiene que ser soñado antes de alcanzar el rango de utopía y, por lo tanto, de horizonte-meta. Lo que ha conseguido la organización judía Keren con su inmenso bosque de Yatir en pleno desierto, puede que ni llegase a ser pensado por el pueblo palestino. Un pueblo sin utopías no crece, no avanza. Para las culturas mediterráneas (españoles, italianos o griegos), nos parece una utopía alcanzar los grados de organización, seriedad y cohesión que vemos en los pueblos germánicos y, quizá para ellos, resulten utópicas algunas de nuestras características, como la capacidad de improvisación, la creatividad o la "pasión" que ponemos en muchas cosas.
Preparémonos para vivir los años más paradógicos de los últimos tiempos, ¿un ciclo más? ¿una epidemia de "peste" científica? ¿un ensayo global sobre manipulación masiva de masas? ¿otra guerra de mundos financieros? ¿China contra todos?. Quisiera cortar en seco toda esta diarrea dialéctica recomendándoos la lectura de este, por el momento, último libro de Ferrán Aísa, titulado "Utopía. Del somni igualitari, al pensament únic", editado por Icaria. Quizá el autor alberga en su interior la utópica utopía de que en España se interesen algún día en aprender catalán y abandonen la excusa inhibitoria de que se trata de una lengua que sólo se habla en Catalunya y alrededores; al fin y al cabo, el chino sólo se habla en China y no por ser más millones de parlantes tienen más razón, ni más cultura, ni más valor. Mil millones de engañados no hacen más grande la mentira, sino su honda expansiva, el número de afectados. Quizás pueda ser traducido al español, ya que la causa del Movimiento Obrero Libertario bien merece la pena y a muchos nos alegraría que alejarnos del Hombre-mono deje de ser otra utopía.
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