jueves, 10 de mayo de 2012

El adiós de "Pep" Guardiola


Siempre supo estar y también ha sabido marcharse a tiempo, por la puerta grande, camino de convertirse en leyenda. Creo, no obstante, que se ha equivocado en la elección del momento adecuado, tras perder por primera vez contra el Real Madrid, quizá por no alinear el equipo de gala que tenía que enfrentarse dos días más tarde contra el Chelsea.
Al final, ni la liga ni disputar la Champions se han conseguido, por mucho que fuera justo merecedor de estar allí, pero en el fútbol ya se sabe, sólo cuentan los goles, no las maneras.
Ha sido una despedida con sabor agridulce, como casi todo lo que ocurre en esta Catalunya, donde las victorias parecen invocar a las derrotas. Los errores de Guardiola y las cosas que no nos gusten de él, no debieran empañar el hermoso legado que nos ha dejado.

"Si madrugamos mucho y trabajamos mucho, podremos conseguir lo que nos propongamos", nos había repetido hasta la saciedad. Ese era un precepto necesario para mantener viva esa ilusión y esa lucha, siendo a la vez muy consciente de que la "ilusión" no debe perder nunca ese estatus, ya que únicamente se mantiene a condición de que no se concretice en nada ni en nadie. Guardiola llevó la ilusión al barcelonismo del mundo entero, pero era sabedor de que él personalmente no debía encarnar esa ilusión.

Guardiola encaja en el perfil de lo que el gran Wilfred R. Bion denominaba la figura del "místico". Bion argumentaba que cada equis tiempo surgía la figura del místico, alguien portador de la idea de cambio y de la desazón que ello comporta.
Prefería usar la palabra místico y no la de "revolucionario", para evitar toda la penumbra de connotaciones políticas e ideológicas que envuelven dicha palabra. El místico, como portador de la idea nueva era siempre una figura incómoda para los estamentos en el poder y el "stablishment" en general, representante de lo conservador a ultranza, de lo que se resiste al cambio. En el mundo rudo y acéfalo del fútbol, el discurso de Guardiola les parecía amanerado.

Pep Guardiola es un místico del fútbol, como los hay en todos los ámbitos de las ciencias y del saber humanos.
Cuando alguien como el segundo entrenador del Real Madrid, sintetiza la influencia de Guardiola en el fútbol español y mundial con el gambito verbal de: "Antes de Guardiola ya había liga española y seguirá habiéndola después de él", lo primero que me viene a la mente es un gran rebuzno.
Me trajo a mientes ese hermoso libro de Apuleyo, tan real y erudito como la vida misma, titulado "El asno de oro". En dicha obra, el joven Lucio es castigado a vivir dentro del cuerpo de un asno, como escarmiento por su afición a la brujería y los hechizos, con la única salvedad de que, en este caso, es el espíritu de un asno el que habita dentro de un cuerpo humano.

Esta frase, propia de alguien que también le pega patadas al aparato pensante y no sólo al balón, es el paradigma de la mediocridad humana y la envidia que corroe este país, desde hace siglos. El mundo entero se ha deshecho en elogios ante el trabajo de Guardiola con el que ha sido, sin lugar a dudas, el mejor equipo de fútbol de toda la historia. Si este mismo fenómeno se hubiese dado en Madrid, se mueren todos de éxito y le hubiesen puesto a La Cibeles un pedestal que tendrían que haber ensanchado la ciudad para que cupiese.

"Gràcies Pep" por lo mucho que le has dado al fútbol y los grandes momentos que nos has hecho pasar.

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