lunes, 12 de marzo de 2012

Amsterdam

Las nubes pedalean cargadas de diques,
dudan si desplomarse o permanecer errantes,
el aire huele a mantequilla de tulipanes,
a pasteles de marihuana y diamantes.


Aunque los grajos vuelan en marcha nupcial,
tratan de olvidar las noches blancas
y la arrogancia de la aurora boreal,
siempre arropada por luminosas enaguas.


Los sauces tejen pañuelos con sus esporas
mientras los zapateros imitan a Jesucristo,
los malecones más ancianos dicen haber visto
como los sátiros cortejaban a las nereidas.


En Volendam los molinos esperan al viento
impasibles y cruzados de aspas,
no hay ya más dedos para persignarse
ni montañas para un triste calvario.


Si he de morir sin preaviso,
que sea por el barrio de Spuy,
en la sinagoga pida mi alma cobijo
hasta que sepa quién fuí.

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