sábado, 12 de septiembre de 2009

¿Estamos en otra especie de Sodoma y Gomorra?

Convengo con el profesor y filósofo Norbert Bilbeny en que más que una crisis de valores nos encontramos ante una gran crisis normativa.Nos saltamos a la torera todo tipo de normas y convencionalismos sociales, si bien es cierto que esas mismas personas que las infringen, pueden tener perfectamente preservados lo esencial de los grandes valores humanos.
Uno de los hechos explicativos proviene de la devaluada concepción que tenemos del prójimo, de ese “otro” que más que el posible amigo o compañero con el que colaborar, aparece como el contrincante a batir o un obstáculo en el camino de nuestra ambición personal.
El encuentro amoroso y las relaciones de pareja no se libran tampoco de estos fenómenos psico-sociales.Por doquier se escuchan comentarios del estilo: “anda que si volviese a pillar los 20 tacos me iba yo a casar, me pasaría el día f…..(se imaginan) con unas y con otras, como hacen ahora los jóvenes.”¿Nos hemos perdido alguna bicoca las generaciones de los 50 y anteriores?.
Cuando dos jóvenes se acaban de conocer en una discoteca y después de desinhibirse con la ayuda del alcohol y las drogas o sin ellas, se van a tener relaciones sexuales hoy contigo y mañana con otro-a sin poder salirse de ese guión ¿es eso hacer el amor o tiene más que ver con la masturbación? ¿no se estarán utilizando mutuamente? ¿no se estarán ofreciendo ambos como objetos sin que nadie actúe como sujeto? ¿no se estarán calmando las recíprocas angustias existenciales?
Después de un período de este tipo de actuaciones ¿no deja una sensación de vacío, de hastío y de mayor confusión aún respecto a nuestra propia identidad? ¿no estarán asustándose y desencantándose los chicos y desvalorizándose ellas, ofreciéndose tan a la ligera?
En la cultura de la inmediatez también le negamos el tiempo al amor, ese espacio-momento mágico en el que nos adentramos en los límites del otro, de esa belleza que nos ha impactado y que nos invita al cortejo, a la caricia de la mirada, a la observación del mínimo detalle, a las aproximaciones y alejamientos consentidos y deseados por ambas partes.
Todo ese juego tan necesario, pues no olvidemos que cuando dos cuerpos se unen, también lo hacen sus respectivas mentes, psiquismos que para alcanzar el auténtico goce que provee la capacidad de amarnos y que va más allá del orgasmo, nos demanda generar vínculos en ese encuentro, no huir del compromiso, el respeto y cuidado del otro, la construcción de algo más sólido y concreto que la intrusión violenta en el interior de otra persona.
Estas relaciones basadas en la continua promiscuidad e indiferenciación, ni ayudan a madurar, ni llenan, ni satisfacen plenamente, no son más que otro engañoso “remedio” autocalmante para una sociedad que no tolera el dolor psíquico que conllevan la muerte , la vejez, la espera o la frustración.
Tampoco quiero transmitir un mensaje excesivamente pesimista, pues el “cuerpo social” al igual que el humano, posee su propio sistema inmunitario, lo que permite que junto a una juventud que se extravía, exista otra que con sus ideales, sus sueños e ilusiones, luchan para que la vida tenga sentido y podamos seguir gozando de la belleza del mundo.

José Toledo.

2 comentarios:

  1. Me temo que no te falta razón, pero ¿cómo puede enderezarse todo esto? ¿Cómo evitar esta situación que ha ido haciéndose normal a lo largo de muchos años?

    Joan

    ResponderEliminar
  2. Aún queda un resto de juventud que no está de acuerdo con esa forma de vivir; y a pesar de que les llamen reprimidos, carcas...etc., ellos siguen actuando en consecuencia con lo que piensan.
    Bravo por ellos/as!

    ResponderEliminar