Este año no se vende magia, sino realismo con ciertos tintes de solidaridad. Se comenta que media España ha llorado con este reclamo publicitario, dato este que evidencia lo mal que estamos económica y emocionalmente, no por el hecho en sí de llorar, que muestra nuestra gran sensibilidad y capacidad de ponerse en el lugar del otro, sino por el hecho de que somos un país triste y desesperado.
Si nos toca la fibra es porque nos sentimos identificados con toda esta gente que pierde su hogar, que no tienen ningún ingreso monetario en casa y están pasando hambre. Hambre de humanidad y fraternidad, que el pueblo reclama para con sus políticos, más preocupados en preservar su poltrona y las prebendas para sus familiares.
Un hombre ajado por el tiempo y el sufrimiento mantiene la mirada perdida hacia la esquina de la calle de enfrente, desde donde procede un gran alboroto. El bar, sito a escasos metros de su casa, parece haber sido agraciado con el Gordo de la Lotería de Navidad, de la que él no posee ningún décimo ni participación.
Su abnegada esposa, una de esas muchas que hacen filigranas para llegar a fin de mes con la pensión de miseria de su marido, le anima a que se sume a la fiesta y baje al santuario de la diosa fortuna.
Esa cónyuge continente de la angustia y depresión de su pareja y de la suya propia, representa la auténtica suerte en esos hogares donde alguien cuenta las horas del día mirando por la ventana, hacia una calle donde presupone que circula la vida y la esperanza, ajenas a él, desde un panóptico interior de un ser que se vive a sí mismo como lleno de objetos desfallecientes, desvitalizados y carentes de sentido.
Hemos construido una sociedad que despilfarra bienes materiales, talento a raudales y también vidas humanas, de las que prescinde. Ese hombre de aspecto descuidado, impotente y deprimido escucha a su mujer y se dirige pausadamente a su hemeroteca del diario impreso y del café diario.
Millones de personas quieren formar parte de ese reducido grupo de "PPSOES" que bailan y celebran no participar de la crisis y vivir en la abundancia del cuerno de oro.
El dueño del bar pone esa mirada piadosa, caritativa, honesta y solidaria que la pandilla política delincuente es incapaz de ofrecer. Parece conformarse con las propinas y con la alegría de los demás. Esa es su suerte y su virtud; para su vecino, que observa el contenido del sobre como si presenciase a Dios mismamente, ese pellizco de dinero, quizá le evite un posible desahucio.
Un anuncio hecho con mucha psicología al servicio de un Amo, que aprieta pero no ahoga, y afloja un pelín la cuerda cuando ya no se aguanta más. Como quiera que los recortes alcanzan también a los premiados por la lotería, no olvidéis de oclusionar la boca un 20% cuando explotéis de alegría.